Los turistas se quejan de que Rosario no está preparada para recibirlos

Los turistas que este fin de semana largo coparon los hoteles rosarinos no dudaron ayer en criticar cómo está preparada la ciudad para recibirlos. Conserjes que no saben orientarlos, comercios cerrados, una oficina turística desbordada de gente y con sólo dos empleados para satisfacer la demanda y peatonales muy sucias son apenas algunas de las quejas. Por el contrario, hubo quienes elogiaron el crecimiento urbano, los espacios verdes y la variada oferta de esparcimiento.

 Una demostración de que Rosario aún debe acomodarse a la afluencia de turistas se notó ayer en el Ente de Turismo Rosario (Etur), en avenida Belgrano y Buenos Aires. Había sólo dos empleados para atender la demanda de gente, y estaban desbordados. Los visitantes, principalmente de la provincia de Buenos Aires y Capital Federal, no paraban de ingresar.

 “¿Tanto tengo que esperar para que me den un mapita?”, se quejó una joven que llegó desde Ramos Mejía con un grupo de amigas.

 Una traductora rosarina acostumbrada a tratar con extranjeros que llegan a la ciudad aportó que en el Etur “hace tiempo que se nota la falta de personal”. Es más, uno de las empleadas apenas si se hizo un hueco para responder dos o tres preguntas de La Capital.

 “Perdoná —se excusó amablemente la mujer— pero no damos abasto. No hay lugar en los hoteles, está todo repleto y estamos derivando gente a San Lorenzo y Victoria. Hay muchas personas de Buenos Aires”, indicó y siguió con sus tareas.

 Mientras aguardaba para que lo ubicaran en la urbe rosarina, Rubén (un turista de Adrogué, Buenos Aires) se despachó con algunas críticas. “Estamos alojados en un hotel de la cortada Barón de Mauá. Anoche le pedí al conserje que me indicara lugares para ir a cenar y no me supo decir nada. Tuve que salir a dar vueltas hasta que encontré un restaurante. Además, vimos el centro bastante sucio, y si bien el shopping del Siglo estaba abierto, casi todos sus negocios estaban cerrados”, graficó el hombre, que igualmente quería llegar a conocer el distrito sudoeste que proyectó Cesar Pelli.

 Es cierto que la lluvia jugó una mala pasada, sobre todo para disfrutar de los espacios al aire libre, de las ferias de artesanos, espectáculos como el recital de los Bittle y la orquesta del maestro Fernando Ciraolo en el Monumento, que debieron ser suspendidos. Y tampoco funcionaron los tradicionales paseos en lancha por el río Paraná.

 Muchos preguntaban por “un cine”, para ver “la última” de Ricardo Darín (Un cuento Chino). Víctor, un hombre mayor que vivió en Rosario y se mudó a la ciudad de Córdoba, se mostró sorprendido por los cambios. “Está muy linda, el parquizado y los espacios verdes. Me parece que ahora le sacó ventaja a Córdoba”, comparó.

 Un matrimonio, con un hijo y abuelas incluidas, bajó en Oroño y el río para recorrer los silos Davis. “Somos de Capital y nos quedamos hasta el domingo. La estamos pasando bien; anoche fuimos a comer por la avenida Pellegrini. Queríamos hacer el paseo en lancha, pero cuando preguntamos en el hotel no nos supieron decir nada”, dijo el padre de familia.

 En Pichincha, en tanto, una pareja de Capital Federal sacaba fotos a los placas de los personajes de Alberto Olmedo, en Callao y Brown, donde funciona un bar. “Tenemos un folleto donde se marca la casa donde vivió Olmedo, pero no la encontramos porque acá en el barrio nada la señaliza”, dijeron.

 Así, la Rosario que pretende ser turística empieza a mostrar las fallas de una ciudad que por ahora no está preparada para serlo, y por lo pronto cosecha las críticas de sus visitantes. (l.c)