Vinos: Las 10 etiquetas argentinas que cambiaron nuestra forma de beber

Hasta mediados de los años 90 el vino era tinto, blanco o rosado. Y punto. En aquellos años (no tan lejanos) se bebía vino con las comidas y en ninguna otra ocasión. Si tenés más de 35 tal vez lo recuerdes: las etiquetas de las botellas llevaban grabados de castillos y estaban autografiadas por algún fundador de la bodega. El vino era para mayores de 18 años, pero su comercialización estaba pensada sólo para los que tenían más de 50.

Algo pasó para que hoy exista una oferta tan amplia en estilos, precios y variedades. Hubo bodegas innovadoras, enólogos creativos y empresarios con nuevas ideas que crearon etiquetas que marcaron puntos de inflexión. Si hoy podés beber espumantes del pico de una botella o tomarte una copita de tardío para acompañar el postre, es gracias a estos productos.

MALAMADO: la reinvención del Oporto
En nuestro país existían vinos fortificados, pero no fue hasta la aparición de Malamado que los consumidores los tomaron por buenos. La historia de su elaboración es sencilla. Rodolfo Montenegro, enólogo de Familia Zuccardi, viajó a Portugal en 1999 y trajo la idea de un vino fortificado, tal y como se hacen en el D’Ouro. José Alberto Zuccardi puso las condiciones: debía ser de Malbec y no podía llamarse Oporto. Malamado 2000, la primera cosecha de este “Malbec a la manera de Oporto” –el nombre fue creación del multifacético artista y chef Jorge Schussheim -, fue un vino que conmovía a cualquiera que lo probara. Hoy tiene 5 cosechas a la venta y 10 vendimias en producción, e incluso dos hermanos menores, un Viognier y un Dry, al que pronto se le sumará un tercero. Elaboran unas 12.000 cajas por año que se venden sin esfuerzo y ha sido replicado por varias bodegas. Cuesta 85 pesos.

COSECHA TARDIA DE NORTON: nacen los vinos tardíos
Un solo dato da cuenta de la novedad marcada por este vino: lleva el nombre de la categoría. Nació a principios de los 90, cuando Jorge Riccitelli, por entonces flamante enólogo de Norton, ensayó con un Chardonnay tardío, frutal, fresco y dulce. Primero fue un producto de consumo interno, que se vendía a cuentagotas en la bodega, pero para 1995 ya era parte troncal del porfolio. A la fecha, representa una parte importante de las ventas totales de la compañía y presenta su primera ramificación, con el lanzamiento del primer espumante tardío del país. Nunca fue un vino caro y hoy cuesta 20 pesos. Fiel a la filosofía de la casa estuvo siempre al alcance del consumidor y así inauguró una categoría que ha llegado a tener más de 30 etiquetas en el mercado, algunas muy buenas, aunque la mayoría equivocadas de concepto: vinos caros, dulces y con poca gracia.

NEW AGE: comienza la era de los frizantes
Cómo fue que Bianchi, una bodega tan tradicional, llegó a inventar la categoría más desenfadada del vino argentino, es una pregunta que merece una explicación. Corría la década del 90 y “Tincho” Bianchi era el motor creativo de la bodega familiar. El se daba cuenta que el negocio del vino cambiaría en el corto plazo y había que estar listo para la “nueva era”. En 1996 logró hacer una prueba piloto: ese verano y sólo en la costa atlántica se lanzó New Age, un vino ligeramente espumoso, marcadamente dulce, aromático y refrescante. El truco estaba en la etiqueta: la botella funcionaba como una lupa a través de la cual se veía el rostro de una mujer, una innovación a nivel mundial que Bianchi patentó en el acto. Fue un boom. Se vendió todo en esos primeros meses y la bodega sistemáticamente quebró stock cada año. Pronto fue imitado, y así nacieron los frizantes y un nuevo consumidor, noctámbulo y desprejuiciado. New Age cuesta 17 pesos.

CALLIA ALTA SYRAH: el primer best buy
En diciembre de 2003 llegaba a la góndola un vino que se las traía: Callia Alta Syrah, que supo cautivar al consumidor de carne y hueso con un estilo de vinos de alto impacto –con algún azúcar residual- y una ecuación de calidad-precio imbatible. En menos de un semestre cualquier amante del vino lustraba su vanidad de conocedor recomendando este tinto que le sacaba un cuerpo a la media y provenía de una ignota bodega en San Juan. El boca en boca fue el combustible del éxito de una compañía que revolucionó el mercado porque no le exigía al consumidor otra cosa que su disfrute. En sólo siete vendimias la bodega pasó de producir cero a un millón de cajas. Hoy, Callia Alta supone el 10% del share de su segmento de precio –una hazaña para un vino nuevo- y es una de las marcas más recordadas por el consumidor. Cuesta 18 pesos.

NIETO SENETINER BONARDA EDICION LIMITADA: el motor del Bonarda

Hoy se habla mucho del Bonarda. Se dice que es número puesto para ser la sucesora del Malbec, que está en todos los vinos diarios y hasta que en realidad no es Bonarda, sino Corbeau (una variedad francesa). Todo este optimismo nació con la Edición Limitada de Nieto Senetiner en 2000. Hasta ese momento, la variedad era considerada clase “B” en nuestro medio. Pero la bodega –de la mano de sus enólogos Roberto González y el entonces asesor Alberto Antonini- la llevó a un nuevo escalafón y demostró en la copa que era posible hacer un gran vino con ella. A la fecha se encuentra a la venta la cosecha 2007 ($165), aunque el vino ya tiene diez vendimias.

CHANDON 187: el espumante llega a la disco

Con el cambio de siglo Chandon aportó su granito de arena a la revolución del vino argentino. En 2000 lanzó su Extra Brut en formato 187, inaugurando así una forma nueva de beber espumantes: ni más ni menos que del pico y en medida individual. Con una innovación simple –sólo se achicó el envase y se estrenó la tapa a rosca- los espumantes cambiaron para siempre. Podías saltar en una fiesta sin temer que se rompiera la copa y beberlos a deshoras, cuando quisieras y donde más te gustara. Pronto el mercado se pobló de estas botellitas –hay al menos una docena de marcas- que inauguraron un consumo individual para una bebida esencialmente social.

COBOS MALBEC: la conquista de la estratósfera de precios
Una de las tendencias más curiosas de estos últimos años fue la creación de un segmento de altísimo precio. Los primeros pasos en ese sentido los dieron dos bodegas rionegrinas de capitales extranjeros, Noemía y Chacra. Pero segmento de ultra tops no terminó de crearse hasta 1999, cuando Viña Cobos puso sus Malbecs por encima de todos y cuajó la estratósfera de los precios. Hoy hay vinos que a cosecha nueva cuestan mil pesos y más. Lo sorprendente es que los vinos de Cobos se agotan todos los años. Es más: recientemente sacaron una edición limitada de 42 cofres de madera con una cata vertical de seis añadas a $10.000 la unidad. Se vendieron todos en menos de un mes.

ACHAVAL FERRER ALTAMIRA: el primer vino boutique exitoso
Cuando Achával Ferrer inició su proyecto con la cosecha en 1999 –unas 10.000 botellas entre Malbec Altamira y Achával Ferrer, corte-, inauguró el modelo de bodega boutique enfocada en grandes productos y altos precios que, con los años, se demostró ejemplar. Esencialmente Malbec de terruño, Altamira ($500) combina el expertise de Roberto Cipresso –enólogo italiano y socio del proyecto- con lo mejor de la uva en el sur del Valle de Uco. Hoy sus vinos se beben en 52 mercados de 4 continentes y, por vendimia, elaboran un tope de 200.000 botellas entre tres líneas de vinos. En 2010 llegó a la carta del famoso Fat Duck, el restaurante molecular de las afueras de Londres, y fue declarada Bodega del Año en 2009 por Wine Enthusiast. Muchas pequeñas casas se vieron inspiradas por su caso, pero sólo unas pocas lograron acercarse a su éxito.

ANGELICA ZAPATA CHARDONNAY: los blancos alcanzan la alta gama
A fines de la década del 80 a Nicolás Catena, dueño de Catena Zapata, le obsesionaba lograr dos vinos ejemplares: un Cabernet Sauvignon y un Chardonnay fuera de serie, que pusieran a la Argentina a jugar en primera división a nivel mundial. Para elaborar el segundo, en 1988 contrató a Paul Hobbs, un enólogo estadounidense que venía de realizar algunos de los Chardonnays más notables de California. Junto a José Galante –entonces al frente del departamento de enología- desarrollaron el primer blanco de alta gama de la Argentina: Angélica Zapata 1996. Un vino al que por mucho tiempo ninguno le hizo sombra y que fue sinónimo de blanco lujoso durante casi una década, hasta que otros siguieron sus pasos. Hoy está a la venta la cosecha 2005 y cuesta 90 pesos.

FINCA LA LINDA: el primer restyling de una bodega clásica
Hay bodegas que, de tan clásicas, siempre fueron viejas. El caso de Luigi Bosca es bien distinto. Con cuatro generaciones de bodegueros, los Arizu comprendieron que en la década del 2000 había otro público para el vino y que, en las antípodas de lo que venían produciendo, había un nuevo segmento de consumidores buscando alta calidad. En 2001 lanzaron una línea de vinos que se adelantaba a su época: Finca La Linda, la primera marca que, con un approach joven, renovó el panorama de los clásicos nacionales, marcando un camino que seguirían otras. Con el tiempo pasó de ser una acotada línea de varietales, a tener 11 etiquetas con dos blends lanzados el año pasado. (Joaquín Hidalgo/Planeta Joy)