Preocupación en el Gobierno porque las paritarias no reactivan el consumo

A pesar de que se cerraron la mayoría de paritarias, de los planes de incentivo y de cierta estabilidad financiera, persiste la cautela en los asalariados.

El Gobierno logró encaminar buena parte de las paritarias sin mayores dificultades. A esta altura del año, los principales gremios ya cerraron acuerdos con aumentos en promedio del 28%, divididos en varios tramos y con varias instancias de revisión.

El esquema diseñado por el ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, despejó el temor en el empresariado al retorno de las cláusulas de actualización automática y reavivó la expectativa de un cambio en el humor social que levante la imagen de Macri antes de las elecciones.

Pero el plan «voto consumo» enfrenta serios desafíos, entre los que figura la inflación, el dólar y el propio empresariado. Si bien las consultoras privadas reconocen que el Ejecutivo «actuó rápido» para encausar las negociaciones salariales sin que haya fuertes conflictos, todavía no está claro cuál va a ser su impacto sobre el mercado interno debido a la fuerte pérdida del poder adquisitivo que arrastran las remuneraciones, el efecto provocado por la dispersión salarial y la incertidumbre sobre los precios en la segunda mitad del año.

Por otra parte, el clima de relativa calma empezó a verse sacudido en las últimas horas por los reclamos de bancarios y camioneros, dos sectores que pujan por obtener aumentos superiores, de hasta el 46%.

En ambos casos, se sumó a la discusión el pedido de las cámaras empresarias de flexibilizar los convenios laborales, por lo que los gremios amenazan con inminentes medidas de fuerza. Por otra parte, ya hubo paros en las fábricas alimenticias en reclamo de una compensación por el 2018. Y Sanidad también tiene que renovar su acuerdo.

Por el desfasaje entre las expectativas de inflación (del 20%) y el número final (un 54,7%) en 2018, el salario real cayó cerca de 12%. Al comienzo de este año la situación tampoco mejoró: pese a la recomposición que hubo en algunos casos, el ingreso siguió por debajo de la inflación hasta abril.

«Claramente el gran perdedor del mandato de Macri es el salario, con lo cual pensar una recuperación del consumo no es lógico, aunque hay algunas medidas que ayudan a poner un piso a la caída», señaló a iProfesional Matías Rajnerman, economista de Ecolatina.

Ese es el objetivo al que apunta la recomposición de jubilaciones y AUH, junto con el regreso de las compras en cuotas (Ahora 3, 5, 12 y 18), Precios Esenciales y el plan de descuentos para adquirir autos 0 Km. En una reunión con periodistas, Sica se entusiasmó este jueves con los datos de concesionarias y cadenas retail que mostrarían un tibio repunte de las ventas en junio, apalancadas por las bonificaciones para la compra de autos y el pago en cuotas.
Los funcionarios aguardan además el traslado de la suba de los ingresos al consumo. La idea es que el descenso de los precios a una zona del 2,5% mensual atenúe el deterioro del salario real, y que a partir de esos meses los salarios empiecen a ganar la carrera contra la inflación. La cuestión del timing es clave: el Gobierno necesita que ese fenómeno se de lo antes posible para poder capitalizarlo en las elecciones. De lo contrario, las medidas adoptadas podrían llegar tarde.

El cálculo que hacen los funcionarios es que entre mayo y junio, varios sindicatos (comercio, carne, estaciones de servicio, estatales y sanidad) ya acordaron aumentos salariales de entre el 4% y el 15%.

Pero si bien los ajustes en algunos casos superan la inflación del último bimestre, de alrededor del 6%, en lo que va del semestre la mayoría de los trabajadores bajo convenio sigue por detrás del alza acumulada del 19,2% en junio. Lo mismo podría ocurrir en la segunda mitad del año, ya que la mayoría de los acuerdos prevén un aumento salarial promedio del 28%, cuando la inflación esperada por el Banco Central ronda el 40%.

Por otra parte, el impacto de las paritarias no es homogéneo, debido a la demora en el cierre de los acuerdos, su escalonamiento y la dispersión salarial. Mientras al principio del año se sellaron incrementos del 23%, en los últimos meses algunos llegaron a trepar al 55%, incluyendo la recomposición por la pérdida del 2018.

Así, quedaron en mejores condiciones relativas aquellos que negociaron compensaciones (metalúrgicos, gastronómicos y petroleros) o bien acuerdos trimestrales actualizados por inflación (docentes bonaerenses, sanidad y construcción).

Dólar, consumo y elecciones
Preocupado por la continuidad de la crisis, el Ejecutivo comenzó a aflojar sus pretensiones salariales en abril. La primera fue la gobernadora María Eugenia Vidal al negociar con los maestros subas trimestrales atadas a la inflación. Pero el esquema se topó pronto en el sector privado con la resistencia de los empresarios.


«El Gobierno ya no está empeñado en limitar las paritarias en el 28% o mejor dicho en el 30%. Al contrario, liberó ese corset para que se estimule el consumo; son las empresas y las cámaras que representan las actividades las que están limitadas por el impacto de la recesión», reveló a este medio una fuente del sector privado.

La forma de resolver esas tensiones fue la inclusión de cláusulas de revisión en los acuerdos, que permitieron bajar los porcentajes de aumento a cambio de darle un reaseguro a los sindicatos de actualización de los ingresos en el futuro. La destrucción de empleo fue la otra variable que moderó las expectativas gremiales. La incógnita es si ese esquema será suficiente para reactivar un consumo. Las ventas de supermercados a precios constantes cayeron en marzo un 14,5% interanual, el retroceso más grande después de nueve meses de bajas consecutivas.

Con las tarifas controladas y el acuerdo de precios vigente hasta octubre, los economistas y funcionarios siguen de cerca el dólar. Rajner sostiene que la posibilidad del Banco Central de intervenir en el mercado cambiario tras la autorización del FMI es la principal medida que logró apaciguar la divisa y las expectativas inflacionarias. Pero su efecto fue limitado.

También hay otros riesgos. Ecolatina advierte que la calma cambiaria experimentada desde fines de abril sigue siendo frágil. Esto se debe a las limitaciones del BCRA, entre las que destacan un stock de reservas acotado y un techo para intervenir de u$s250 millones por encima de los $51,45. La debilidad obedece, además, a que un eventual desprendimiento de dólares por una mayor demanda podría poner en duda los futuros pagos de deuda en moneda extranjera, lo que acrecentaría las presiones cambiarias.

El dólar es determinante para el sostenimiento del paquete de alivio dispuesto por el Gobierno para generar un clima de estabilidad. «Si se vuelve a despertarse, cualquiera plan Ahora 12 o Precios Esenciales no sirve para nada», aseguró Rajner. La siesta terminó el viernes con la divisa en $43,97, luego de superar los $45.

La reacción de los mercados al escenario electoral también es observada, sobre todo el Riesgo País, que bajó un 0,2% a 841 puntos tras el anuncio de que Miguel Pichetto integrará la fórmula encabezada por Macri.

De seguir en niveles elevados, el índice podría traccionar al dólar.
¿Boom de consumo?
Con la inversión y la actividad en caída, el ámbito internacional no es muy alentador. La caída del precio de la soja junto con el menor crecimiento esperado en Brasil auguran un comportamiento de las exportaciones o la demanda externa menos dinámico. Según las proyecciones de Sica, la economía vecina crecerá un 1,2% si el Gobierno de Bolsonaro no logra avanzar en la reforma previsional.

A nivel local, en tanto, hay dudas sobre el destino que tendrá la inyección en los salarios. Los economistas creen que la tibia mejora podría ser canalizada al pago de deudas, como expensas, impuestos y gastos del año pasado efectuados con tarjeta. «No creo que vayamos a ver locales y restaurantes llenos, no va a haber un boom de consumo», dijo a este medio Guido Lorenzo, director de la consultora LCG.

Otro factor condicionante es el alcance limitado de las paritarias. Los acuerdos salariales cubren al 75% de los 12 millones de trabajadores registrados. De ese grupo quedan excluidos los autónomos y los monotributistas. Pero tampoco alcanza a los informales, que representan un 35% del mercado laboral.

En este caso, el salario mínimo puede oficiar como un parámetro de referencia, pero su impacto fue limitado hasta ahora. Es que si bien el Gobierno adelantó a marzo el último pago, que lo llevó a $12.500 y totalizó una suba del 26%, lo que se efectivizó este año fue la mitad del ajuste, luego de que en 2018 se pagara la primera parte.

Mientras tanto, el consumo acumula 11 meses de terreno negativo en términos anuales y ya se ubica en niveles de 2017, según el informe de mayo del Instituto de Trabajo y Economía (ITE). Esto equivale a decir que la sociedad en su conjunto está consumiendo aproximadamente la misma cantidad de bienes y servicios que hace 12 años, después de que la población aumentó 12,7% durante el mismo período, de acuerdo con el estudio.

La caída se refleja en ventas minoristas, el IVA neto y en los concesionarios, el nuevo blanco de las últimas medidas oficiales destinadas a la clase media.