Mataron de un balazo a un joven cuando iba en su moto a trabajar

«Nos despertaron los golpes en la puerta. El pibe golpeó con desesperación hasta que se desvaneció». Así fue como las vecinas que residen en Forest 5285, en la esquina con calle Alvarado, recordaron su despertar ayer, a las 5.40 de la mañana. El muchacho que golpeaba la puerta de la casa tenía 21 años y acababa de recibir un disparo en la espalda, a la altura de la cuarta costilla, sin orificio de salida. Su nombre: Marcos Leonel Riveros. Era un laburante sin antecedentes penales. A su lado, sobre la vereda, quedó apoyada su Yamaha Crypton de 110 centímetros cúbicos color negro, sin patente y con el motor en marcha. Con excepción de su vida, no le robaron nada. Su familia, poco después, le contó a los investigadores que lo último que sabían de él es que después de las 5 había salido de su casa en barrio Triángulo y Moderno para ir a trabajar en la fábrica de helados ubicada en Stephenson y Vélez Sársfield, en Ludueña.

Sólo preguntas.¿Quién mató a Marcos Leonel Riveros? Hasta el cierre de esta edición esa pregunta y el por qué del crimen eran los interrogantes que mantenía la investigación en manos del juez de Instrucción Gustavo Pérez Urrechu. Es que el homicidio de Riveros no contó, según se sabe, con testigos oculares. Eso sí, una docena de vecinos del lugar escuchó las secuencias mínimas del crimen. «Para mí el disparo fue en la bocacalle, en la esquina de Forest y Alvarado. Fue un sólo disparo. Después bocinazos y enseguida una moto que salía a todo motor por Alvarado hacia Mendoza», recordó una mujer que reside en la ochava contraria a donde cayó Riveros. «Nos despertaron los golpes que el pibe dio contra la puerta de la casa. Primero escuché el ruido de la moto, después unos bocinazos y los golpes del pibe asesinado contra la puerta», explicó la dueña de la vivienda a cuyas puertas cayó agonizante la víctima.

Los investigadores que trabajan en la pesquisa indicaron que el médico forense que examinó el cuerpo de Riveros dijo que el muchacho pudo haber circulado hasta unos 200 metros con la herida que tenía en la espalda. Al no existir orificio de salida, el plomo que mató a Marcos recién podrá ser extraído en la autopsia y así conocer el calibre del arma que la gatilló. Preliminarmente, los pesquisas se inclinaban por un calibre 38 o 9 milímetros. La víctima no llevaba entre sus pertenencias su DNI, así que fue identificado recién a media mañana. Al enterarse de lo sucedido, los familiares del pibe entraron en estado de shock, un obstáculo a la hora de recabar testimonios.

Sonidos del crimen. El homicidio de Marcos Riveros fue captado por los vecinos a partir de los sonidos que lo rodearon y que pusieron fin al descanso de la madrugada. Como percibir una película con los ojos cerrados. De acuerdo a lo que se pudo reconstruir, el muchacho vivía en inmediaciones de Biedma al 5500, desde donde salió pasadas las 5 de la mañana en su Yamaha Crypton negra rumbo a la fábrica de helados Monte, que funciona en el edificio que supo ocupar La Virginia, en los confines de los barrios Industrial y Ludueña. Estaba vestido con un jean y debajo un pantalón blanco de trabajo, una campera de corderoy, una gorrita color roja y llevaba una mochila. ¿Qué camino recorrió Riveros rumbo a su trabajo que lo depositó en el cruce de Forest y Alvarado? Es otra de las incógnitas que mantiene la pesquisa. La lógica indica que pudo haber tomado por alguna de las calles con circulación hacia el norte —Camilo Aldao o Rouillón, por ejemplo— hasta llegar a Montevideo. Luego pudo haber doblado por Alvarado buscando salir hacia Mendoza. Y desde ahí buscar Carriego para cruzar las vías y llegar hacia Vélez Sársfield. Sin embargo los investigadores no tenían claro ese recorrido.

La mayoría de la docena de vecinos con los que dialogó LaCapital en la escena del crimen coincidieron en que Riveros circulaba con su moto por Forest de contramano. Es decir de oeste a este. Que el balazo se escuchó en la esquina con Alvarado y que el pibe se subió con la moto a la vereda para pedir una ayuda que no alcanzó para salvarlo. «Mirá, yo estaba durmiendo», fue el lugar común por el que pasó el discurso de los entrevistados antes de relatar la secuencia que escucharon. Los menos, en el barrio, adhirieron a que la víctima circulaba por Alvarado desde Montevideo hacia Mendoza y que tras ser baleado subió con su moto a la vereda. «Para mí venía por Alvarado y con la moto se subió a la vereda. Yo no escuché el disparo. Sí el ruido del motor, los bocinazos y los golpes en la puerta que pegó el muchacho», relató la vecina donde cayó agonizante Riveros.

Sin datos precisos. «El personal realizó una recorrida por Forest, unos 300 metros en contramano hasta Liniers, y por Alvarado hasta Montevideo y no se encontraron vainas servidas. Tampoco hay un relato de testigos que permita estar seguros por dónde circulaba la víctima y dónde fue atacada», indicó un allegado a la investigación. «Lo que está claro es que la víctima fue baleada y no le robaron nada. Todo lo demás es materia de investigación», indicó. «Estos son crímenes complejos porque hasta el momento no se pudo dar con un nexo entre la víctima y su victimario», agregó la fuente.

Riveros quedó tirado boca abajo al lado de su moto. Los vecinos también coincidieron en que la policía llegó en menos de 10 minutos, pero la ambulancia tardó media hora más. «Era desesperante ver al pobre pibe que trataba de respirar y se ahogaba. No sé si se hubiera salvado, pero merecía que lo atendieran», reflexionó una doña de la cuadra.

El eterno reclamo de los vecinos

“Area controlada por los vecinos”. El cartel de advertencia luce indiferente por calle Alvarado, entre Forest y Mendoza, a 70 metros del lugar donde cayó herido de muerte Marcos Leonel Riveros y a 100 metros del colegio Nuestra Señora de Pompeya. Los vecinos de esa zona de barrio Azcuénaga denuncian ante quien los quiera oír su cansancio por los arrebatos y los robos con violencia. Cuentan coincidentemente de arrebatadores que se movilizan en motos de 110 centímetros cúbicos. Y hacen blanco en un rodado de color rojo y otro de color azul.
En algún momento de la mañana, cuando la investigación policial estaba en pañales, se pensó en que Riveros podía tratarse de uno de esos arrebatadores que había caído en la mala. “Nosotros los estamos viendo todo el tiempo. Vos te parás en la puerta de tu casa y los ves pasar. Están a la caza y a la pesca. La semana pasada, a pocos metros de acá, (por Alvarado entre Forest y Zapiola) a un pibe lo siguieron, lo cruzaron y le sacaron la mochila. Hace unos días a una vecina la golpearon mal para robarle. A una señora ya mayor le pegaron tan mal en uno de los arrebatos que la dejaron tres meses reponiéndose de fracturas. Les decimos a las autoridades policiales que nosotros vemos a los chorros en moto. ¿Cómo puede ser que ellos no los vean?”, dijo indignada una vecina del lugar. (La Capital)