Se fue liberando

Se fue. Dicen que tenía en la mano una punta de diamante. Dicen que marcó el cristal antes de irse. Otros, tal vez engañados por su cualidad de transparente, decían que el cristal no existía. Sin embargo el pueblo al verlo ir y sin entender mucho,(o entendiendo de golpe) intentó mirar a través del cristalino velo. Era un espejo engañoso y estaba marcado por una punta de diamante. Una raya de punta a punta. Unos y otros se miraban entre sí. Comenzaron las preguntas a si mismos y a la vez a todos y entre todos.

¿Que pasó con lo que de él decían? ¿Y de quienes sentían simpatía por él? Un Satán de la política, del autoritarismo más crudo. Un manipulador que golpeaba a esa mujer que la llaman yegua. Un tirano que con el poder de los déspotas corregía a los desviados y hostigaba a los incorregibles. Sin embargo, el pueblo lloró.

Fue en ese llanto, en esas lágrimas que viajaban desde la interior búsqueda de explicaciones del alma hacia la rígida e inconmovible realidad cuando la inteligencia emocional del pueblo quebró el espejo que se pretendía cristal. El llanto no era razón, la inteligencia no interpretaba, sentía. Las lágrimas provenían de aquel depósito de los elementos del silencio, del tacho de lo que excede a la voluntad distorsiva, los sueños inconvenientes a los intereses inconfesables de las estrategias del poder, lo que reprimieron a fuego las metrallas modernas de la información, de la peor dictadura que puede sufrir un pueblo, la dictadura del discurso.

Es cierto que la muerte algunas veces duele más. Tal vez, porque trae consigo la saña de lo imperdonable, de la traición y la mentira verdadera. Esa mentira que aprieta el cuello de la realidad forzándola al silencio. Y en ese cuello de la realidad, asfixiadas también las gargantas de las almas del pueblo. Y en esa fuerza del apriete, brazos y nervios presionan como el asesino al matar. No perdonaremos jamás la voluntad que quiso matar. ¡Al pueblo quiso matar! ¡Al pueblo casi mata! Él murió para que el pueblo no muera.

Ahora están ahí con esa cara tan hipócrita, replegándose para sus adentros con gestos inocentes, volviéndose a sus entrañas frías de cascabel, camuflándose con la maleza y el barro. Lo sé, porque (como buen cazador de serpientes) si escuchan con atención, se siente el agite de su cola, seguramente almacenando en las glándulas venenosas el liquido que dará de beber.

Pucha si se siente la coacción que un mega discurso puede trenzar en mas de 20 años. Un blindaje perfecto que protegió el esqueleto del neoliberalismo, engomando los 30 mil garrotazos de la dictadura que desmoronaron al cuerpo del pueblo y -silenciando los gritos del alma al caer-, el golpe de los huesos desplomados contra el suelo. Comenzó así la traición del lenguaje, la negación del dolor, la desmemoria, la época del entretenimiento televisivo, del deshuese del Estado, el pacto de las corporaciones mediáticas y económicas, la negación de un pasado reciente, de un proyecto colectivo diezmado, de una generación revolucionaria, negaciones que conformaron el inconciente politico que Él liberó.

El individuo atomizado post-dictadura, post -90’s, no encontraba respuestas en un organismo conciente colectivo demolido por el miedo y la demonización de la política. El Neoliberalismo se implantaba obscena y dolorosamente, hostigando al cuerpo social y a la vez aislándolo del dolor, desprovisto de justicia y huérfano de líderes, dándole narcóticos sustitutos. Pero, progresivamente, Él pudo convertir ese individuo atomizado inorgánico en un sujeto político de cambio que encontraba las representaciones concretas a sus deseos, y estas estaban ligadas a una realidad que no reflejaba el espejo marcado de punta a punta.

Exactamente, eso pasó. Él estaba adelante, como todo líder, conduciendo la líbido del pueblo para conformar nuevamente ese organismo conciente del pueblo. Una farsa reprimía las conquistas concretas alcanzadas y títeres de goma espuma negaban la realidad real brindando a cambio una paralela patológica, que reproducía el miedo y el cinismo proveniente de aquellos intereses contrarios a la patria.

De la patria nacemos pueblo y el pueblo tiene una historia concreta y una vida anímica de la cual los medios de comunicación son parte constitutiva, condicionante y complementaria. El amor y la felicidad son las pulsiones que mueven a los sujetos a reencontrarse en comunidad y trazar un horizonte mejor. La farsa, la distorsión, la mentira estaban cristalizadas en un gran discurso, que se implantaba en posición dominante como reacción perversa del sistema neoliberal a los cambios que comenzaban a darse. Esto es simple, los medios hegemónicos mintieron descaradamente a la sociedad. Se burlaron en su cara, insultaron a quienes los favorecían, pisotearon a sus dirigentes, sabotearon con la mentira políticas que los favorecían, traicionaron a la patria.

El pueblo lloraba. Eran muchos los que se encontraron con ese reservorio del alma al que nos remite la muerte. Él nos recordó que como la caja de Pandora, yace dentro del pueblo un recipiente en donde la esperanza vela sobre los males esparcidos.

Había reconstruido a su pueblo, lo había reencontrado con su esperanza, le había devuelto la perspectiva histórica, lo había dejado de cara a la vida pulsional de sus deseos reprimidos y constreñidos durante más de 20 años. Su inconciente se liberaba de la traición mediática. Observaron con nuevos ojos y vieron a aquella Mujer, pero reencontrados con la pulsión del amor imaginaron lo que podría suceder de continuar hipnotizados por la mentira y sintieron el llanto salir con más fuerza. El dolor nos reencuentra con el alma y nos libera de encontrar respuestas y las respuestas estaban sobre la mesa hace un tiempo, detrás y por los costados del espejo mentiroso. Sabían que otros habían sido mas lúcidos y varias veces lo habían mencionado y salieron corriendo a encontrase con una multitud.

El espejo se partió. Era cierto, el cristal no era tal y estaba marcado de punta a punta. Al entrar en la muerte llevaba en la mano la punta de diamante. No se sabe mas nada acerca de esta historia. Esta noche voy a llorar, y tal vez muchas más.

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Sebastián Sánchez

Periodista. Integrante del Foro Periodístico Rodolfo Walsh