Rosario tiene 1.700 «privados» donde se ejerce la prostitución

La desaparición de las whiskerías marca un desplazamiento en el negocio. Estiman que volverán las «paradas» en la calle. Son departamentos distribuidos en toda la ciudad en los que hay oferta sexual casi siempre ligada al proxenetismo.

Rosario tiene 1.700 departamentos (más conocidos como «privados») donde se ofrecen servicios sexuales, lo que desnuda que el cambiante mercado de la prostitución podría acelerar su transformación con el cierre de cabarets y whiskerías dispuesto por el Concejo Municipal. Puertas adentro de un inmueble de este tipo, el proxenetismo aparece como una figura muy presente. «¿Qué chica consigue dos garantías y recibo de sueldo para alquilar un lugar?», se pregunta una fuente consultada por La Capital. El negocio es tentador y la reconversión de la actividad propuesta por el Estado no las seduce demasiado. Muchas alternadoras volvieron a las esquinas y otras se agrupan de a cinco y alquilan los hoteles temporarios. Pagan 3 mil pesos al mes, pero los 20 mil pesos mensuales que recaudan las empujan a tomar riesgos.

A simple vista, la decisión del Palacio Vasallo tomada el jueves lejos de solucionar el facilitamiento de la prostitución la ha expulsado a las esquinas y empujado puertas adentro de los departamentos.

Tres fuentes consultadas por este diario (policial, legislativa y vinculada a la problemática de género) coinciden en estimar entre 1.500 y 1.700 la cantidad de «privados» que funcionan en Rosario. El mercado se publicita por vías no convencionales: en cercanías del parque Independencia con papelitos o tarjetas puestos en la ventanilla del conductor de automóviles, por internet en portales de hasta 40 mil visitas diarias o simplemente a través del boca a boca. Se trata de un modo de sumar clientes al negocio. «Masajista», «salón de estética», «experta en masajes», son los mensajes que pueden leerse.

«Hacé la cuenta, es sencilla», dice un funcionario, y agrega: «Las chicas trabajan 20 días al mes con 10 servicios diarios de entre 400 y mil pesos. Con la comisión que dejan, hacen un promedio de entre 1.200 y 1.500 pesos por día. Les queda un fijo de unos 25 mil mensuales».

También es cierto que el mercado de los privados está atomizado, pero a merced del proxenetismo. «Fijate que hay hasta 5 teléfonos de contacto en una misma dirección. Alguien financia y lucra. Pensar que cerrar cabarets y whiskerías es terminar con quien vive a costas de una prostituta, resulta al menos equivocado», comenta el funcionario con experiencia en la movida nocturna. Su razonamiento coincide con otra fuente del Concejo.

Por una ley de oferta y demanda, la decisión del cierre de los 7 cabarets y whiskerías habilitados en su momento (dos todavía funcionan en la actualidad) volcará a gran parte de las 80 alternadoras registradas por el Instituto de la Mujer a buscar opciones para mantener su fuente de trabajo. Sólo 15 de ellas, estaban en proceso de reconversión de su actividad laboral por fuera de la prostitución (ver aparte).

«Volverán a esquinas en zonas que ya están urbanamente consolidadas, habrá problemas con las travestis por las paradas o bien la demanda se trasladará a poblaciones vecinas que no cuentan con la prohibición. ¿O se piensa que no habrá más despedidas de solteros?», cuestiona una fuente al deslizar: «Es díficil imaginar que los privados funcionen sin protección de alguna naturaleza».

Tras el operativo desplegado por fuerzas de seguridad provinciales el 25 de mayo pasado en La Rosa Sexy Bar, donde se detuvo e imputó a su dueño, Juan Cabrera, por facilitamiento de la prostitución, un grupo de chicas había propuesto formar una cooperativa. Con el cierre del rubro eso quedó en una utopía. Parte de ellas alquila hoteles por un mes para seguir trabajando. Pagan 3 mil pesos (el doble que un departamento), pero evitan el proxeneta y las garantías que exigen las inmobiliarias.

Otras cayeron en los privados o atienden en sus propios domicilios, con el riesgo y la inseguridad que eso implica. Frente al cierre de La Rosa y la prohibición del rubro una de ellas intentó ser escuchada por el Concejo Municipal. «De qué derechos humanos nos hablan si nos dejan sin trabajo y expuestas a que nos maten. Hasta llevamos una carta a los concejales y no la quisieron leer; tomaron decisiones por nosotras», cuestionó una joven.

Tanto desde el Instituto de la Mujer como desde las bancas del Concejo, surgió la misma inquietud. «En el expediente por la detención de Cabrera aparecen todas las propiedades a su nombre, pero sólo se allanó La Rosa. Hay otros tres inmuebles de los que se desconoce la actividad», remarcaron a coro.

“Pierden visibilidad”

La directora del Instituto Municipal de la Mujer, Andrea Travaini, expresó su disidencia al proyecto aprobado por el Concejo en la sesión pasada, que prohíbe las whiskerías y cabarets en Rosario. “No se termina ni el proxenetismo, la trata ni la explotación sexual. Habrá menos lugares donde el municipio pueda tener contacto con las trabajadoras sexuales. Tendremos que repensar el trabajo para encontrarnos con estas mujeres que están en los privados en la clandestinidad y perdieron visibilidad”, señaló.

De las 80 alternadoras registradas por convenio con el Instituto de la Mujer, 15 estaban en un proceso de reconversión laboral. Con el cambio normativo, su continuidad es un enigma. “La construcción de un vínculo nos permitía plantearles vivir de otra manera”, razonó Travaini.

Pero, mientras el Estado les ofrece un empleo por dos mil pesos mensuales, las trabajadoras sexuales recaudan más en una sola jornada laboral. (Lucas Ameriso/La Capital)