Yemen ¿Ha sido un campo de ensayo de la bomba N?

Yemen podría haber sido utilizado como campo de ensayo por fuerzas militares israelíes para arrojar sobre su territorio una bomba de neutrones el 20 de mayo pasado, según el testimonio de Jeff Smith –físico nuclear y ex inspector de la IAEA-, tras analizar imágenes de una explosión.

La información trascendió a través de un portal de noticias independiente (veteranstoday.com), en el cual se indica que el especialista apuntó que no se trata de una bomba convencional, sino que del análisis de las imágenes surge que se trataría de una bomba de destrucción masiva termobárica superior a 4.000 libras[1] (Massive Ordnance Air Blast Bomb).

El físico, de aquilatada experiencia internacional habría indicado que “se trataría de una bomba de neutrones, ya que la talla, el color, los efectos luminosos, la duración de la bola explosiva del fuego suspendida en el aire y la gran nube de hongo atómico indicarían que se tata de ese tipo de explosivo.

Es más, los trascendidos indican que es muy probable que el bombardeo haya sido efectuado desde un avión israelí F-16, pintado con colores de la aviación saudita.

El gobierno de ese país no admitió –hasta el momento de redactarse esta columna- la agresión militar apuntada y la International Atomic Energy Agency no emitió tampoco ninguna información oficial al respecto. Las Naciones Unidas ignoraron la cuestión y los gobiernos de Rusia y China miran para otro lado.

Fuentes militares que obvian identificarse hicieron notar que esta es la segunda vez que se conoce que Arabia Saudita utiliza armamento nuclear sobre Yemen.

La bomba N

La bomba de neutrones, también llamada bomba N, bomba de radiación directa incrementada o bomba de radiación forzada es un arma nuclear derivada de la bomba H que los Estados Unidos comenzaron a desplegar a finales de los años 70.

En las bombas H normalmente el 50% de la energía liberada se obtiene por fisión nuclear y el otro 50% por fusión. En la bomba de neutrones se consigue hacer bajar el porcentaje de energía obtenida por fisión a menos del 50%, e incluso se ha llegado a hacerlo a cerca del 5%.

De las radiaciones que se producen en el instante de la explosión, la que aquí nos atañe es la de neutrones. Una gran cantidad de estas partículas son emitidas con niveles energéticos muy altos, y por tanto, con gran capacidad de penetración. Recordemos que, concretamente en las reacciones de fusión, se producían neutrones rápidos, los más energéticos. Estos se utilizaban para fisionar el material fisible de un eventual tamper de material fisible (U-235 o U-238).

Vale apuntar que la invención de la bomba N se atribuye a Samuel Cohen y la logró desarrollar en 1958. Los ensayos se autorizaron por el gobierno norteamericano y la primera experiencia se concretó en 1963, en el estado de Navada. Luego el desarrollo técnico de la bomba fue aplazado en el tiempo por el ex presidente Jimmy Carter en 1978, tras protestas generadas en contra de la administración estadounidense por la intención de planear el despliegue de ojivas en Europa.

Fue Ronald Reagan quien reinició la producción en 1981. Hoy por hoy varias naciones tienen la posibilidad de construir ojivas de neutrones, que son bombas capaces de ser transportadas en misiles y produce radiaciones ionizantes –radioactividad- hasta 7 veces mayor que la de una bomba H, fundamentalmente rayos X y gamma de alta penetración. Gran parte –vale aclararlo- de dicha radioactividad es de menor duración que la de una bomba de fisión.

Con una bomba N se produce poca destrucción de estructuras y edificios, pero mucha afectación y muerte de los seres vivos (tanto personas como animales), incluso aunque estos se encuentren dentro de vehículos o instalaciones blindados o acorazados.

Es por ese motivo que estas bombas han sido incluidas en la categoría de armas tácticas, pues permiten la continuación de operaciones militares en el área por parte de unidades dotadas de protección, motivo por el cual sus usos son estratégicos y tácticos debido a que las radicaciones pueden penetrar los armamentos blindados, mientras que no ocurre lo propio con instalaciones subterráneas blindadas con plomo.

Un efecto «colateral» es la activación neutrónica de materiales que estén en las cercanías ampliando los efectos de la radiación. Así en la tierra se puede activar el hierro de los carros blindados haciendo que se transmute en cobalto-60. Otro caso es con el yodo del mar, aunque este efecto no es directo puede llegar a dañar a personas (civiles o militares) a través de consumo de productos del mar.

En bombas de fusión, el flujo de neutrones generado se aprovecha para aumentar la potencia mediante los sistemas indicados anteriormente. Por el contrario, en estas armas se busca todo lo contrario, por lo que se elimina cualquier material que absorba estas partículas.

Por norma se intenta maximizar el cociente radiación/potencia, es decir, producir el máximo de neutrones con la mínima potencia. Así, se reducen la onda expansiva, la energía calorífica y la contaminación posterior, y es que estas armas están también pensadas para ser usadas en combate cercano. De este modo dichos efectos no afectarán a las tropas amigas.

Su diseño contempla un primario estándar de fisión que inicia a la segunda etapa de fusión. Esta a su vez suele estar formados por una mezcla de deuterio y tritio puros, cuyo uso conlleva complicaciones además de ser caro.

La mitad de los individuos expuestos a 6 grays (1 gray = 1 julio de energía procedente de la radiación absorbida por un kilogramo de tejido vivo o también 1 gray = 1 sievert = 100 rads) estarán condenados a morir en pocas horas.

Con estas bombas se busca la incapacitación instantánea, por lo que se requieren dosis mayores. El rango de estas bombas oscila en torno a los 80 grays. La detonación de una bomba de neutrones de 1 kt matará a la totalidad de los efectivos que formen parte de la dotación de un carro de combate pesado a distancias de entre 600 y 800 metros. El acero se volverá radiactivo durante uno o dos días, por lo que serán inutilizables durante ese lapso.

También resultarían útiles para matar grandes concentraciones de tropas o civiles sin afectar demasiado a las estructuras o entorno.

Hasta el presente, el terror al desarrollo nuclear mutuo ha frenado parcialmente la marcha de los acontecimientos durante un período limitado.

Con el ensayo presunto indicado en el inicio de este comentario –posibilidad que presumíamos el 9 de mayo del 2009-, el planeta habría comenzado a resbalar hacia la posibilidad de la generación de una guerra termonuclear.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com