El Estado Islámico busca desarrollar la islamofobia

En noviembre de 2008, cuando comenzamos a desarrollar -casi en soledad-, columnas periodísticas acerca de la temática del terrorismo internacional a nivel global, nos vimos en la obligación de advertir acerca de la expansión de grupos como Al Qaeda.

Luego, en el tiempo, la generación de ISIS como un desprendimiento generó la creación de un califato y se modificaría, sustancialmente, la forma de enfrentar a fuerzas militares de occidente, a costa de la muerte indiscriminada de civiles.

La agresión a Francia por parte de ISIS busca –como en otras oportunidades en Afganistán con Al Qaeda-, la reacción armada que tiene el objetivo de fortalecer a los gobiernos absolutistas de Medio Oriente los que, a su vez, en las sombras, están atados a poderes económicos y políticos que poco o nada tienen que ver con lo religioso, siendo esto último un falso envoltorio.

ISIS tiene claro que su objetivo final es el desarrollo de la islamofobia que sus enemigos utilizan para alimentar y justificar la represión de sus dominios territoriales y es allí donde se producirá la vuelta de tuerca: El miedo, en una época en que casi no existen las certezas, siempre puede ser utilizada como un arma de control político y de dominio económico de vastos territorios.

La pluralidad del Islam desconcierta a investigadores de Oriente, en cuanto a la historia y credos. El islam hegemónico funciona más como un sistema espiritual-ideológico que como una estructura dogmática con una conexión dinámica con autonomía.

Es poco conocido que uno de cada tres musulmanes habita en estados dominados por otras religiones -entre ellas la católica-, como en el caso de Francia y Bélgica, donde se han generado los hechos trágicos que ya son de dominio público.

También ocupan espacios religiosos en el Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, Israel, India, Sri Lanka o China. De esta manera los discípulos de Mahoma –turcos, kurdos, persas, árabes, malayos, bereberes, eslavos, chinos y africanos-, se reparten en vastos territorios desde Java al Sahara y desde el desierto a la estepa de Asia.

El islam no tiene Papa, sino que admite varios centros de decisión. Así el mundo chiita se concentra esencialmente en el territorio de Irán, al mando de un ayatolá. En cuando al mundo sunita, el mismo no expresa obediencia a ninguna estructura jerárquica, funcionando El Cairo como un centro intelectual para los ulemas o doctores de la ley islámica para todo el orbe.

En Teherán y en El Cairo, entre otros lugares, la religión está ligada al poder político o de lo contrario, está en su contra.

El reclutamiento

El reclutamiento de terroristas suicidas se estaría generando a través de nodos específicos y de allí también surge la relación de grupos extremistas panislámicos.

Quienes conocen la cuestión minuciosamente señalan que cada “posible nuevo miembro” recibiría un video como instrumento persuasivo y quienes responden positivamente se unen a una “red” de seguidores. Luego se ingresa a una segunda fase, donde cada miembro “contagia” a nuevos adherentes y finalmente, la tercera fase se traduce en la “infiltración” en territorio enemigo.

Para concluir podemos acotar que si bien todos los fieles al islamismo no comparten un mismo corpus doctrinario, terminan uniéndose a la red aunque con distintas causas que se vuelcan en torno a una motivación común: Su odio contra el Occidente globalizado.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com