Minorías que se confirman como tales

Sin necesidad de acudir a estudios muy profundos sobre el tema, es posible afirmar que hay minorías y minorías. Algunas surgen de la necesidad de reclamar un derecho o defender una causa y tienen como objetivo dejar de ser minoría para integrarse a la sociedad. Las diferentes formas de la discapacidad y la búsqueda de los afectados para integrarse y superar los conflictos que genera vivir en ciudades no adaptadas a sus dificultades constituyen un claro ejemplo de ello. Otra manifestación de minoría puede encontrarse en las diversas expresiones de la sexualidad, cuyo máximo triunfo se dio en 2010 con el todavía llamado matrimonio igualitario. Cuando sea nombrado simplemente ‘matrimonio’ se habrá superado un inexplicable escollo de discriminación. Pero hay otras minorías que se construyen con la intención de imponer su mirada sobre las cosas y gobernar a las mayorías. No buscan la integración ni la convivencia, sino el dominio. Aunque no lo tengan tan claro, conciben su palabra como la única razonable; defienden sus intereses como los más importantes, y en casos extremos, los únicos; desprecian al otro en la medida en que no sirva a sus fines; consideran su moral como la más elevada, aunque no escatimen esfuerzos para someter o aniquilar al que no obedece sus principios; suponen la caridad y el reparto de migajas como una exclusiva manera de acción solidaria. Por supuesto, no sospechan ni en momentos de locura mística que su avidez individualista es la causa directa de la más extrema pobreza por la que se conduelen desde el banco de los templos. Esa minoría clasista, sectaria, egoísta es la que se manifiesta en las esquinas de muchas ciudades de nuestro país, con el incomprensible apoyo de los extras que, de volver a conquistar el poder, serán víctimas de sus acciones angurrientas.

Pero por más que tratan de sumar con todos los medios a su alcance, son cada vez menos los que se dejan convencer por sus monstruosos cantos de sirena. Las usinas de estiércol que utilizan estas minorías para difundir el sentido común que tanto daño ha causado en nuestra historia reciente son cada vez menos efectivas. En su constante empeño por colonizar nuevamente a la opinión pública han perdido la sutileza de antaño. La lógica de la ortodoxia –tanto económica como política- se desdibuja por el empeño desplegado para horadar la voluntad de las mayorías. Las consignas rupturistas que difunden no hacen mella en una sociedad convencida por primera vez en mucho tiempo de cuál es el camino para arribar al país soñado. Hasta los opositores han comprendido cómo hacer oposición.
Salvo, por supuesto, los opositores perpetuos. Por fin queda claro que la fuerza que lidera con su ausencia de liderazgo el Jefe de Gobierno Porteño Mauricio Macri es una expresión de las más rancias minorías, de una oligarquía que se cree patricia, que pretende gobernar a su antojo los destinos del país, sin otro horizonte más que su propio provecho. Y así lo demuestra el PRO al anteponer los intereses de la Metrópolis a la defensa de la soberanía en Malvinas. O al considerar que los 40 millones deben estar al servicio de unos cuantos barrios ilustres. Ahora sí puede afirmarse que el porcentual de votos obtenido el año pasado por este partido clasista no ha sido más que un capricho compartido, tanto en la CABA como en la provincia de Santa Fe. Por eso el sonido de las cacerolas parece tan anacrónico, apolillado, vetusto, como un eco del pasado pero en clave de parodia, casi cercano al ridículo.
Cada golpe sobre una cacerola es funcional a los intereses de las minorías, David Cameron incluido. El Primer Ministro británico responde con una insultante analogía el pedido de diálogo de CFK ante el Comité de Descolonización de la ONU. “Esto no es un juego de Monopoly mundial, con naciones que se pasan territorios entre ellas. Es sobre los isleños determinando su propio futuro”. El futuro de los isleños no está en juego, sino el presente de las Islas, que siempre han pertenecido al territorio nacional. “No estamos pidiendo que nos den la razón –explicó Cristina el jueves- Apenas, nada más ni nada menos que se sienten a una mesa a dialogar. ¿Puede alguien negarse a dialogar y pretender convertirse en adalid de la libertad, de los derechos humanos?”. Claro, como están en desventaja ante la opinión internacional, sentarse a dialogar se convierte en un encuentro entre iguales. Ellos, que, como muchos de los que ostentan una posición dominante en decadencia, consideran que todo diálogo debe reducirse al dictado de órdenes y condiciones. Pero esa posición es tan insostenible, retrógrada y obtusa que sólo les queda el recurso de tirar tarascones al aire. Por eso Cameron afirmó que su gobierno no abrirá “absolutamente ninguna negociación” por la soberanía de Malvinas. Un diálogo entre iguales, para estos exponentes de un anacrónico imperialismo, ya sería una derrota.
Otros no golpean cacerolas pero suenan igual de ridículos. El líder de Proyecto Sur, Fernando Solanas, explicó que “no viajamos porque la Presidenta no fue clara”. Para el cineasta la “Argentina está repitiendo los mismos errores con sus políticas de seducción hacia el Reino Unido”. Si Cristina tratara de seducir a los británicos, no diría que “desde 1983 sólo estamos presentes en misiones de paz, en Chipre, en Haití. No estamos en Irak ni Afganistán. Hablan de referéndum, ¿por qué no lo hacen en Irak o Afganistán?”. Como en otras oportunidades, Pino se ubica tan a la izquierda que se parece a la derecha.
Pero las cacerolas no golpean sólo por Malvinas. Los fuckyouteros detestan que otros conquisten derechos. Por eso esgrimen cualquier argumento para denostar el plan de viviendas anunciado esta semana por La Presidenta. El ProCreAr puede ser la posibilidad de rediseñar la urbanización del país, generando nuevas poblaciones en torno a emprendimientos productivos. A pesar de los obstinados intentos para presentar como mala una excelente noticia, la buena recepción de estos créditos superó las expectativas. La mal llamada plata de los jubilados no sólo aportará en lo inmediato soluciones habitacionales sino que fomentará la creación de nuevos puestos de trabajo que redundará en tributos a la ANSES, además de fortalecer el mercado interno. Este nuevo sistema de créditos para la vivienda está integrado por varios elementos y actores: un Fondo Fiduciario que tiene un aporte inicial del Tesoro Nacional constituido por 3000 millones de pesos más las 1870 hectáreas de tierras fiscales; un Comité Ejecutivo integrado por el secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo, el director ejecutivo de la ANSES, el Secretario de Obras Públicas y el titular del Onabe, organismo que administra los bienes del Estado; y un Fiduciario, que será el Banco Hipotecario SA, que administra los bienes del fideicomiso.
Y otro motivo más para cacerolear es la decisión de la AFIP, que excluyó de su página web la opción de comprar dólares sin justificar el destino. La moneda verde sólo puede adquirirse con fines específicos como comprar inmuebles, vehículos, maquinaria agrícola y hasta afrontar viajes al exterior, pero no contempla en ninguno de sus ítems la posibilidad de especular o rellenar colchones. Aunque sigan los sones caceroleros, aunque algunos protesten por el uso del avión presidencial para trasladar a Máximo, aunque la noche del domingo se pueble de insustanciales investigaciones presentadas con excesiva gravedad, el camino que se está recorriendo satisface a las mayorías porque conquista derechos largamente olvidados. La reconstrucción del país emprendida después de la más profunda crisis está dando resultados y  casi todas las cacerolas son usadas para exquisitos guisados, que para eso se fabrican.  

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Gustavo Rosa

Periodista, Licenciado en Letras. Docente de enseñanza media y terciaria. Autor del blog: http://www.apuntesdiscontinuos.blogspot.com/

Un comentario sobre “Minorías que se confirman como tales

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    el 21 junio, 2012 a las 21:10
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    De los peores análisis que he leído en mi vida. Sacando de contexto y tergiversando declaraciones para justificar opiniones que no llegan a ser interesantes en ningún momento. Me hizo a acordar a Mariano Grondonna, cuando hace muchos años, lo escuché justificar la tiranía de Carlos Menem, apoyandose en pensamientos de antiguos filósofos que planteaban que era mejor una tirania a un caos reinante.

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