A un año de la muerte del periodista Marcelo «Turco» Abram

Me gustaría poder contarte lo difícil que es no tenerte. En lo personal, volver de mis pequeñas batallas y no encontrar tu palabra de aliento a la distancia. La pena que encuentro cuando veo hundirse tu nombre entre 10 tachos flotando en la orilla que pudieron salvarte la vida.

La rabia que siento cuando por burocracia y falta de interés de quienes pudieron salvarte la vida asistiéndote, pasan de despacho a despacho un pedido de reconocimiento para que el corredor exclusivo para nadadores de aguas abiertas lleve tu nombre.

El dolor que me produce saber que la justicia no llega, y que quienes te atropellaron impunemente planifiquen sus navidades o vacaciones sin haber recibido la pena merecida. Hubieron mas atropellos con mejor suerte, pero la misma cobardía en quienes los perpetraron. La angustia ha sido muy grande este año. La lucha incesante, pero las respuestas mínimas. Nada es igual querido compañero.

Algunas cosas al menos te alegrarían saber y te harían muy feliz, lo sé. La ley de medios se aprobó, luchaste mucho junto a tus compañeros allá por los tiempos de despidos y amenazas. Tu viejo está mimado por tu familia y tu hija encontró el amor en quien fuera para vos como un hijo, el nadador mas valiente que hayas conocido jamás.

Los amigos te extrañamos y Cristina sigue en pie. Celebramos mas festivales de perpétuas a genocidas y las sentencias de los juicios de San Lorenzo te habrán encontrado abrazado a Manuel Casado que no pudo escuchar las penas a los verdugos en los tribunales, a los que asistimos juntos cuando se abrío la causa. Mucho ha quedado a la espera.

Pero lo que te prometo Turquito es que aquí no bajaremos los brazos, como no lo hiciste nunca vos, en tus investigaciones como periodista, en tu lucha como militante y en tu vida como deportista. No dejaremos que tu muerte se naturalice como un accidente. Hay culpables por acción y omisión, descuidos en tu asistencia y negligencias.

Seguimos pidiendo JUSTICIA por Marcelo Turco Abram. Y un río mas seguro para todos.

Victoria Columba