El último encuentro con «el Nito»

Hace exactamente un año, fallecía Antonio Andrés Vanrell, el pueblerino de Villa Cañás que llegó a ser vicegobernador de la provincia, y uno de los hombres con mayor poder de decisión de la cosa pública santafesina.

En el último tiempo de su vida, se encontraba muy sólo, y el gusto por el mero hecho de hacer política era lo único que lo mantenía con ganas de seguir adelante.

Poco quedaba de aquél dirigente picarón y con extrema viveza criolla, con el que todos buscaban fotografiarse y acompañar. Había sufrido muchos golpes en su ajetreada carrera militante. Muchos golpes bajos de enemigos y amigos que lo habían retirado a la fuerza del escenario mediático, al caro precio del oprobio público. Con todo, recibía habitualmente visitas de representantes de diferentes corrientes ideológicas/partidarias que buscaban su consejo y experiencia. En secreto, obvio, no iba a ser cosa que alguien se enterara que habían compartido siquiera un café con el leproso (y no porque fuera de Newell’s, sino al contrario) Vanrell.

Era un especie de gurú oculto al que había que esconder de las primeras planas de los diarios por el bien del peronismo, ese peronismo por el que había ofrendado su terrenal existencia y que tan mal le había pagado. Le habían pagado. Corrección. Muchos le debían sus fuentes laborales a su profunda lealtad compañera. Esa lealtad que le impedía contar con nombres y apellidos aquél duro episodio de los juguetes.

«Esta es mi última oportunidad, estoy llegando al final del partido», nos decía a aquellos que lo escuchábamos atentos en las que fueran sus últimas noches de martes. Aquellas noches frías de abril que se lo terminaron llevando, porque su corazón, inmenso para algunos, de piedra para sus detractores, no resistió.

«Antes de ir para el lado de la Chacarita (el cementerio), algunos que tenemos un par de años, queremos volver a ver ganar al peronismo en la provincia de Santa Fe», confesaba para sus oyentes en el bar del «gordo David», ese que lo acogió en sus épocas de vacas flacas, y que sirviera de sitio para sus finales alocuciones.

«Nuestro adversario a nivel nacional es Macri (Mauricio), que quede claro eso, porque voy a algunas reuniones y me preguntan si soy macrista. Yo les digo que no tengo nada que ver con Macri», afirmaba marcando límites y alejando dudas sobre cualquier rumor de presunta simpatía por la fuerza de color amarillo que circulara sobre su persona. Es que claro, «el Nito» era menemista (nuncá lo negó, a diferencia de otros que luego de integrar gustosos aquella experiencia, hablaran pestes del riojano), pero no macrista, aunque -dicen- formó parte de las primeras operaciones constructivas del espacio en Santa Fe, cuando pasaba de ser Peronismo Federal Anti K, a protoPRO.

«En esta provincia, nuestro adversario es el socialismo», agregaba, diferenciándose de los peronistas nativos de buenas migas con el generoso partido de la rosa, que aún siguen existiendo, escudándose en supuestas ideas progresistas antineoliberales y antimacristas.

La última oportunidad en la que lo ví, fue un martes, la misma jornada en la que se tomó la foto de tapa, y se grabó artesanalmente el video que veremos a continuación. «Sentate al lado mío», me dijo. Algo quería indicarme. Fue la vez que lo noté más serio. Terminada la reunión, cuando nos saludábamos, lanzó en tono paternal: «antes del fin de semana tomemos un café». Nunca pudimos hacerlo. Tres días después, era noticia su fallecimiento. «El Trucha» volvía a ser titular en los periódicos; volvía a servir su polémica y ahora inerme imagen, de blanco perfecto para las balas de los eternos comunicadores gorilas, esos que estuvieron, están y estarán mientras viva el peronismo. En cambio, para los que nunca se dejaron encandilar por los efímeros flashes de la gloria, «el Nito» pasaba a inscribirse en la íntima historia de sus corazones.

 

Antonio Vanrell, Antonio Abbatemarco y David Izu (foto de archivo)

Video cortesía David Izu

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Antonio Abbatemarco

Director de Cuna de la Noticia