Hace 37 años fallecía un incomprendido Juan Domingo Perón

Hace 37 años, un primero de julio gris, frío y lluvioso, moría quien fuera tres veces presidente de la República Argentina, el General Juan Domingo Perón. Figura controvertida si las hay, pero infatigable luchador por los intereses de la patria, fue el hombre que condujo a la Argentina a la modernidad, modernidad que habíamos alcanzado en lo político, con la instauración de la Ley Sáez Peña, pero no en lo económico y en lo social. En lo económico, el justicialismo fue el mayor promotor de la industrialización de nuestro país; y si bien no se logró la transición a la industria pesada, fue el gobierno que más lejos llegó en ese intento, sin ponernos bajo la égida de ninguna potencia; en un magno intento de desarrollo autocrático, pero sin prescindir de la hermandad latinoamericana.

En lo social, el aspecto más postergado de nuestra historia, se avanzó enormemente, inaugurando la era de la justicia social a gran escala en esta tierra; ya no solamente para los varones sino para las mujeres también. Parias humanos, individuos sin nombre y sin leyes que los amparasen, pasaron a formar parte de la vida de esta nación, por el mero reconocimiento de los derechos laborales, injustamente postergados, salvo honrosas excepciones como la presidencia de Hipólito Yrigoyen. Este, el aspecto social, quizás es lo que más molestó de este nuevo movimiento que se proponía como la representación del trabajador. Por eso tuvo lugar el golpe de 1955, por eso los fusilamientos de los basurales de José León Suárez, por eso tanta animadversión contra los humildes.

Evidentemente, muchos no querían el cambio social, o solo lo amparaban en la letra, porque sabían imposible su concreción. Ésta, fue posible en la realidad gracias a Perón, y la magnífica alma benéfica de su esposa, la Eva para algunos, Evita simplemente para la masa, que nacía a gritos desde el subsuelo de la patria, en palabras de Scalabrini Ortíz. Por eso, también, los 18 años de exilio del líder, que lo alejaron de la voz del pueblo, esa maravillosa música que alegraba su existir.

Así, arribamos al Perón del último gobierno, interrumpido en la obra, por su desaparición física. Ese Perón maduro, que volvía a estos lares a culminar su labor, empezada allá por la mitad de los años cuarenta al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ese Perón imbuido de las ideas social-demócratas europeas que venía a proponer un pacto, un acuerdo para abandonar la lucha fraticida, y soñar todos juntos como hermanos, como hijos de la misma madre -la patria-, un futuro de felicidad para nuestro país. No se pudo lograr, quizás por el afán vil de algunos de adueñarse del poder para satisfacer oscuros intereses maquillados con barniz social; quizás por la inexperiencia de los jóvenes, que creyeron ver, cegados por la utopía, un mapa distinto al de nuestra realidad histórica; quizás, también, por los gorilas de siempre, aquellos a los que les producía náuseas el olor a pueblo y que iban a dar el brazo a torcer sólo sobre sus cadáveres.

En el último encuentro con los trabajadores en la histórica Plaza de Mayo, advirtiendo el peligro latente de una encarnizada lucha social, Perón dirá «Nosostros no defendemos ni defenderemos jamás otra causa que la causa del pueblo.Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una u otra dirección…», pero «…Conocemos perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos sin influenciarnos por los que tiran de la derecha y por los que tiran desde la izquierda».

El sufrido político se despedía lentamente. Mucha agua había corrido bajo el puente durante aquellos dieciocho interminables años de ostracismo. Producto de una situación institucional irregular, el odio y el resentimiento se habían apoderado de la Argentina. El 20 de enero, al día siguiente del cruento ataque del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) al Regimiento 10 de Caballería Blindada y el Grupo de Artillería Blindada 1, con sede en Azul, provincia de Buenos Aires, un cansado General pidió a sus seguidores «Ha pasado la hora de gritar Perón. Ha llegado la hora de defenderlo».

Allende no gobernaba más la hermana nación trasandina. Perón intuía un lóbrego porvenir para la patria. Muy pocos lo escucharon. El primer día del mes de julio de mil novecientos setenta y cuatro dejaría de existir quizás el más grande líder y estratega del siglo XX.

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Antonio Abbatemarco

Director de Cuna de la Noticia

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