Mi primer día de clases con esta reforma curricular

Dedicado a mi compañera y amiga, Lila Gianelloni,

y a mis formadoras, y ahora colegas, Claudia Etcharry y Elvira Scalona

 

Todos los que hemos elegido ser docente en algún momento de nuestras vidas pasamos por el instante casi mágico del primer día de clases, que comienza, en realidad, cuando una voz del otro lado del teléfono nos dice: “¿vos te anotaste para…?”, y uno responde enseguida: “Sí, sí, yo…”. Aunque luego pensamos: “¿Yo me anoté?”.

En realidad lo que hicimos fue formamos, durante largos e interminables años, para que, cuando llega el momento, no nos sintamos preparados.

Sin embargo, de todas formas, allá vamos.

Tuve, entre muchas oportunidades en mi vida (porque no creemos en la suerte), la de poder estudiar en la educación pública. Desde primer grado hasta la Universidad, y tuve la capacidad de creer en ella profundamente. Otra posibilidad, otro trabajo, me permitió elegir no trabajar en el ámbito privado, porque yo vivo de otra cosa. Y eso mismo me cruzó en el camino con mi querida amiga Lila que me aconsejó, junto a otras hermosas personas, donde anotarme. Pero Lila me aconsejó esa escuela, esa que me llamó el viernes. Sin dudas porque confió profundamente en mí y le agradeceré toda la vida por eso.

Entonces el llamado llegó. Fue un viernes. Tuve un fin de semana entero para imaginarlo. Hasta que llegó, o mejor dicho, llegué yo. Imposible sería enumerar la lista de cosas que me dijeron antes de eso. Iba con más cuidado que con el que he llevado cuando tuve la oportunidad de haber viajado por nuestra América Latina. Pero luego nada de eso tiene sentido. ¡Qué ridículo es creer que uno puede impresionarse luego de haber sido parte de un primer/octavo año con 42 pibes allá a fines de los años `90 cuando el país se derrumbaba y la Ley Federal de Educación creía que nos destruía! (creía porque acá estamos luchando contra algo aún peor). ¡Un curso de 8 a 10 pibes, por más barrio Tablada que sea, no se compara con eso! Pero los adultos a veces perdemos la memoria…

Así que llegó, o llegué yo. Este sistema en el que yo no creo me puso un puntaje que me ubicó quinta entre las 19 personas que nos anotarmos en esa escuela. Ese escalafón que envía el Ministerio, que aún no lo publican en Internet (y por lo tanto los interesados no podemos verlo) remite nombres pero no números de teléfonos. ¡Allá del que no tenga la posibilidad que tengo yo de que mi familia figure en la guía telefónica!

El mismo Ministerio implementa una reforma que tiene grillas pero no materias, que hace un inventario pero no un programa y que dice crear horas pero sin docentes. Así los chicos de primer año del barrio Tablada no sólo no tendrán Historia este año sino que su Seminario de Ciencias Sociales comienza a fines de mayo, cuando cierra el primer trimestre. ¿Qué futuro pueden tener estos pibes a quines les robaron sus historias? ¿Con qué derecho luego los medios de comunicación nos hablarán de un nuevo “enfrentamiento” en el barrio? (palabra trágica si las hay, utilizada por las fuerzas de seguridad durante la última dictadura militar para anoticiar sus crímenes, y hoy resignificada para responsabilizar a las “bandas” y exculpar a la policía, precisamente porque no tenemos memoria). ¿Cómo podemos educar a un pibe en el respeto a un Estado que le ha faltado todos los respetos?

La reforma curricular que lanza el Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe (vamos a llamarlo por su nombre completo) además de un mamarracho es cruel. Hizo que estos pibes, que quizá no tengan otro espacio de contención más que la escuela, se estuvieran yendo antes todos los lunes y los viernes de los meses de marzo, abril y mayo. Es el mismo Ministerio que se da el lujo de criticar el ausentismo y la lucha docente por “desproteger” a los pibes. Pero no sólo eso, sino todo lo que algunos ya sabemos, pero que una gran parte de la sociedad ha elegido dejar de lado. La reforma curricular fragmenta el conocimiento quitándole la secuencia a materias básicas como Historia, Geografía, Físico-Química y Biología. Está comprobado que los pibes de hoy se encuentran en el nivel de las operaciones concretas al menos hasta los quince años. Por eso es necesaria la incorporación paulatina de niveles de abstracción a partir de los doce años. Esta reforma elimina la posibilidad de lo paulatino. El uso ocasional de algunos conceptos, trabajado en algún tema en primero o segundo año y abandonado luego, hace que pierda su carácter de operativo y que los pibes no entiendan su relevancia, ni puedan registrar la riqueza de los cambios que, a lo largo del tiempo, se halla asociada a este término (Saad, Jorge y Castelluccio, Cristina; Pensar y hacer historia en la escuela media; Troquel educación; 1991).

Sin embargo le daremos pelea. A esta reforma curricular nefasta y a sus intereses ocultos, sean cuáles sean. A le educación pública que transitamos, defendemos y sostenemos. Y a la realidad de los pibes, por supuesto. Porque no alcanza con denunciar una realidad que no nos gusta, debemos y tenemos el derecho de cambiarla. Y no sólo es necesario creer que un mundo mejor es posible, debemos y tenemos que construirlo.

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Marianela Scocco

Profesora de Historia. Facultad de Humanidades y Artes. UNR.