Se cumplen 40 años del asesinato de Carlos Mugica, «el cura villero»

El religioso, militante peronista, fue acribillado el 11 de mayo de 1974 a las 20.15, cuando salía de celebrar una misa en la iglesia Francisco Solano, en el barrio porteño de Villa Luro. A 40 años de su muerte, surgen nuevas hipótesis sobre quienes acabaron con su vida.

Este domingo se cumplen 40 años del asesinato del sacerdote Carlos Mugica, «el cura villero» que dedicó su tarea pastoral a ayudar a los sectores marginados y se convirtió en un emblema de militancia cristiana de las causas populares.

El religioso, militante peronista, fue acribillado el 11 de mayo de 1974 a las 20.15, cuando salía de celebrar una misa en la iglesia Francisco Solano, en el barrio porteño de Villa Luro.

A partir de ese momento, se convirtió en uno de los «curas del pueblo» de la historia argentina. Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe nació un 7 de octubre de 1930 en Capital Federal y se crió en una familia de clase alta: fue el tercero de los siete hijos que tuvieron Adolfo Mugica, un diputado conservador, y Carmen Echagüe, hija de ricos estancieros.

A los 19 años comenzó los estudios de Derecho en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y dos años más tarde los abandonó para ingresar al seminario, de donde egresó como sacerdote en 1954. Su trayectoria de compromiso social y político se profundizó en 1968 en París: allí se acercó al Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo –MSTM, una corriente de jóvenes curas renovadores que planteaban una relación de compromiso político con los sectores marginados de la sociedad–, junto a los cuales adhirió a las revueltas obreras y universitarias reconocidas como Mayo Francés.

Esta profunda convicción de luchar por sus ideales y por losderechos de los más desprotegidos lo enfrentó a las altas esferas de la institución católica que por esos años acordaba estrechamente con el gobierno de facto que encabezaba el general Juan Carlos Onganía.

De regreso de Francia, Mugica se encontró con Juan Domingo Perón, quien estaba exiliado en Madrid y años más tarde acompañaría en su vuelta a la Argentina. Ya en Buenos Aires y presionado desde el interior de la jerarquía eclesial, Mugica se enteró que como castigo por las actividades políticas habían decidido enviarlo a hacerse cargo de una nueva parroquia en el barrio porteño de Comunicaciones, en Retiro.

Allí, en lo que hoy es la Villa 31, el Padre levantó la parroquia a la que dedicaría su vida y a la que puso un nombre que sintetiza su fe cristiana y su conciencia de clase: «Cristo Obrero». Mugica fue también un importante intelectual que dio clases en la Universidad de El Salvador y escribió diversos artículos de contenido político y social sobre temas como el cristianismo, el peronismo y el socialismo.

El mismo año de su muerte, se publicó un disco llamado «Misa para el Tercer Mundo», para el que escribió todas las letras que fueron interpretadas por el Grupo Vocal Argentino sobre ritmos argentinos, africanos y asiáticos.

A fines de ese año, todas las copias no vendidas fueron destruidas por orden de la entonces presidenta, Isabel Martínez de Perón.

Su accionar no sólo era reprobado por la jerarquía de la iglesia sino que también era seguido de cerca por los servicios de inteligencia del Estado, del mismo modo que al resto de los integrantes del MSTM.

El «cura villero» repitió varias veces sus temores a ser asesinado, aunque su mayor miedo era a «verse forzado abandonar el sacerdocio».

A las 20:15 del 11 de mayo de 1974 y después de celebrar misa en la iglesia de San Francisco Solano, Carlos Mugica se disponía a subir a su humilde Renault 4-L cuando fue brutalmente acribillado: recibió cinco tiros entre el abdomen y el pulmón y uno en la espalda, cuando ya había caído al suelo.

Tiempo después se supo que el operativo fue organizado por la Triple A y que estuvo al mando del comisario Rodolfo Eduardo Almirón, quien se había encargado personalmente de darle el tiro de gracia en la espalda.

No obstante, algunos sugieren que el popular padre haber sido muerto por Montoneros. El histórico dirigente, Antonio Cafiero, indicó en una oportunidad en un programa televisivo que el mismo Mugica tenía temor de que la mencionada organización político sindical pudiera acabar con su vida. «Antonio, ando con mucho miedo, sé que los Montoneros me van a matar», le habría confiado el cura a Cafiero, según la palabra del ex gobernador de la provincia de Buenos Aires.

El presente año, asismismo, el historiador y catequista villero Juan Manuel Duarte, publicó el libro «Entregado por Nosotros», editado por Editorial Sudamericana, donde expone la tesis de que que los montoneros fueron los autores del atentado. Para el autor, su móvil habría sido detener la sangría de militantes que la prédica ortodoxamente peronista de Mugica estaba causando en sus filas, dejando sentado incluso que Rodolfo Galimberti, como mínimo, sabía quiénes perpetraron el crimen (cita a varios testigos que se lo escucharon mencionar).

Ese 11 de mayo de 1974, Mugica murió dos horas más tarde en el Hospital Salaberry, en el barrio porteño de Mataderos, y desde allí fue llevado en los hombros de los fieles hasta la parroquia de Retiro.

Durante toda la noche sonaron las campanas y hubo colas de más de 100 metros para entrar al velatorio. Al día siguiente, una multitud lo acompañó hasta el cementerio de la Recoleta. En 1999 y por demanda de los vecinos, los restos del «Padre Carlos» fueron traslados a la parroquia Cristo Obrero de la Villa 31 de Retiro, donde año a año miles de fieles y militantes sociales se reúnen para inmortalizar su ejemplo de lucha. (NA/Infobae/Cuna de la Noticia)