Joaquín Sabina reunió a una multitud en Rosario

Con la idea de visitar las canciones del disco «19 días y 500 noches», el cantautor español concretó dos horas y media de un concierto que estuvo colmado de complicidades con el público.

De impecable ambo verde, remera y chaleco negro y con el tradicional sombrero «sabinero», Joaquín Sabina ingresó puntual al escenario del colmadísimo Metropolitano para iniciar 500 noches para una crisis, su nuevo show. Se lo notó más delgado y de muy buen ánimo, disfrutando su estada en Rosario.

Un video de bienvenida y veintitres canciones, las más reconocidas de su prolífico repertorio.

Cortejando a Marita Barros, su sensual y eficaz vocalista, se desplazó por el amplio escenario cantando «Ahora que…», la canción que abre «19 días y 500 noches».

«Después de dos whiskies, me recoincilié con él», dijo sobre esta placa auto-referencial publicada en 1999.

La banda que acompañó a Sabina se compone de viejos compañeros de ruta, con los históricos Antonio García de Diego y Pancho Varona al frente. Todos cantan, incluso con tramos solistas generosamente cedidos por Joaquín.

Visitó varios géneros. La rumba «19 días y 500 noches» (dedicada a Pepe y Damián Táljame, sus amigos rosarinos), el rock «Barbi superestar», donde se lució Josemi Pérez Sagaste, el excéntrico saxofonista que vistió pollera escocesa.

Luego de un intenso arranque, se tomó unos minutos para compartir una síntesis de sus últimos años. Si bien sus cuestiones personales son públicas, volvió a refrescarlas.

«Abandoné sustancias no recomendables para los pibes. Tuve un accidente cerebral que parece que no dejó secuelas», dijo íntimo.

Tuve una depresión, estuve un año y medio sin cantar, me desenamoré, me volví a enamorar y pequé y volví a pecar», siguió reflexionando, ante un público que siempre le perdonó todo.

«Una canción para la Magdalena», la hizo a dúo con Mara, con solo piano y con una puesta que simulaba una esquina donde bajo el farol una provocativa dama le ponía el cuerpo a la letra del tema.

«A mis cuarenta y diez» y «Donde habita el olvido», sonaron en formato acústico.

«Necesitábamos un pretexto para volver a la Argentina», dijo, como justificando la vuelta a las canciones de este disco y «volver a la tierra de Olmedo, Fito, Messi y el Che», agregó.

«Dieguitos y Mafaldas», también tuvo un cómplice guiño a Rosario en el discurso previo al tema que habla sobre una hincha boquense: «me da miedo cantar esta canción, porque parece una provocación ya que es para una chica que no es leprosa ni canalla».

En la mitad del show se tomó un descanso y, previo elogio a la banda, se fue de escena para que luzca cantando Jaime Asúa (guitarrista).

Regresó con la reconocidísima rumba «Nos sobran los motivos» y con la irónica «Pero qué hermosas eran».

Luego de «Más de cien mentiras», presentó a los músicos. Lo hizo cantando, mientras la pantalla en el escenario mostraba imágenes de bebé de cada uno. De Diego y Varona, los más aplaudidos.

«Para Nicolás y Julia, que han cometido el error de casarse», dedicó las rancheras «Noches de boda» y «Y nos dieron las diez», con una cita a la figura de Chavela Vargas.

Volvió a ausentarse y la banda tomó el centro de la escena. Pancho cantó «Conductores suicidas» y Mara se mostró sensual y seductora con la jazzeada «La canción de las noches perdidas» y la copla-tango «Y sin embargo te quiero». Ahí Joaquín volvió para cerrar juntos el bloque con «Y sin embargo».

«Con la frente marchita», con saxo en lugar de bandoneón, no tuvo el clima tanguero de la versión original.

Con «Princesa», inició la despedida. A esa altura de la noche, la seguridad tenía ardua tarea para contener a las fans que inundaban los pasillos.

Se fue yendo con «Tan joven y tan viejo», «Ese no soy yo» (tributo a Dylan, su ídolo de joven), «Contigo» y «Pastillas para no soñar», ya con su frac característico.

Mientras transcurría el saludo final, a capella, Sabina y su banda cantaron «La canción de los buenos borrachos», dando fin a la celebración de un disco fundamental en su carrera que sigue reuniendo almas que encuentran en esas canciones situaciones y sentimientos comunes.

Por Pedro Robledo (Rosario 3)