En el túnel del tiempo

Como en las novelas de ciencia ficción de Larry Niven, los invito a introducirse en un fantasioso “túnel del tiempo” para remontarnos al frío otoñal del 9 de mayo de 1928.

Con sus hojas amarillentas, planeando suavemente hasta caer sobre el pavimento, ese día tuvo lugar la ceremonia de asunción del mando gubernativo de la Asamblea Legislativa, presidida el doctor Miguel Ángel Cello, titular de la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe.

La convocatoria se concretó para analizar, entre otras cuestiones, los antecedentes del doctor Arturo Gandolla, quien actuó en Rosario como jefe policial, familiar del ex concejal rosarino peronista que lleva el mismo nombre y apellido.

Se designó a los doctores Arturo Gandolla, Torres Avendaño y Valerio Carreras, para que acompañen al recinto al candidato triunfante. Allí Cello prestó juramento, tras lo cual se organizó la marcha cívica que acompañó al nuevo mandatario hasta la Casa de Gobierno, donde lo esperaba el gobernador Aldao con sus ministros para entregarle los atributos del mando.

Luego de la asunción tuvo lugar el desfile de fuerzas provinciales, compuesta por carceleros, bomberos y un escuadrón de seguridad.

No pasó mucho tiempo para que Arturo Gandolla fuera designado jefe de Policía. El nuevo funcionario, por esos días dirigente yrigoyenista, dependía del ministro de Gobierno, Justicia y Culto Trineo de Anquín.

*

A fines de 1928 se concretó la reunión de capos mafiosos de la provincia de Santa Fe. Cuando en la noche sólo podía escucharse a los grillos, las chicharras y los búhos, llegaron a una reunión secreta con sus trajes claros y autos límpidos, rodeados de custodios armados disimuladamente hasta los dientes.

El objetivo era conocer, minuciosamente, los mecanismos y acuerdos que sostendrían para lanzarse sin miramientos en áreas lucrativas como era la de la venta de verdura, la que sería utilizada como “pantalla” de otras actividades clandestinas más lucrativas…

Para ello contaban con asesores norteamericanos que los introducirían en la aplicación de métodos utilizados por sus pares de la mafia estadounidense en la zona Chicago-Nueva York.

No terminaron de subir los consejeros a los aviones que los regresarían a Estados Unidos y ya los capos ordenaron a sus segundos que empezaran a cobrar el “derecho de protección”, primera fase del programa a instrumentar y si se encontraban con comerciantes remisos, se debía, sin titubeos aplicar métodos violentos de convencimiento.

Hasta los polacos de la Migdal tuvieron que ceder posiciones, ya que el uso del estilete, el revólver, la pistola, la escopeta y la ametralladora se tornó en algo habitual.

Fue precisamente, en 1928, que el comisario de órdenes de la policía de Rosario, mayor del Ejército Carlos Riccheri, se empeñó en una “limpieza social” que incluyó el fusilamiento de un activista anarquista, por el sólo hecho de imprimir un volante contra el gobierno dictatorial de ese entonces.

Seminario mafioso

Un nuevo “seminario” mafioso se desarrolló el 13 de marzo de 1929, en este caso en Moreno 651 de la Capital Federal.

Allí el mafioso Juan Galiffi brilló por su ausencia. Sabía que en la reunión se trataría su injerencia creciente en los asuntos internos de las “familias” y se decidió en el encuentro que si persistía en su posición, sería eliminado.

Con su inasistencia a la reunión, presidida por su amigo desde la más tierna infancia: Antonio Amato, Galiffi debió pagar su error garrafal, ya que Amato y Galiffi, mediante el casamiento de sus hijos, podrían haber fusionado los dos imperios.

En la reunión, otro de los asistentes al seminario, conocido como “Don Chicho” fue imputado de traidor y Benito Ferrarotti, quien había llegado a Argentina con Galiffi no se privó de decir que en realidad la que mandaba era Ágata, su hija y que el mafioso andaba haciendo arreglos con la policía, ya que mientras estuvo preso, “vivió mejor que en su casa”, pues tenía conocimiento que en la Cárcel de Encausados tomaba el té, a las 17, -como los ingleses-, con masas llenas de crema que les proveía la panadería “El Molino”, mientras que la comida se la suministraba “El Tropezón”. La apreciación fue decisiva y allí mismo se decidió el asesinato del traidor.

La muerte de “Chicho Grande” tendría lugar en el Hipódromo de Palermo, más precisamente en el sector del Padock y se había elegido para la tarea a Ángelo D`Anunzio y a Francisco Dodero, expertos en el arte de la utilización de la navaja, aunque, a modo de seguro, llevarían dos calibre 38.

Estaba previsto que mientras se desarrollara una de las carreras, uno se acercaría y le diría “se decidió tu muerte, ahora la cumplimos”, tras lo cual le clavarían dos estiletazos en la espalda. A los asesinos los estaría esperando en la puerta principal del hipódromo un automóvil para trasladarlos a El Tigre y, desde allí, serían enviados en lancha al Uruguay. Finalmente desde el hermano país partirían a Europa.

Todo llega

El 30 de marzo de 1929, Juan Galiffi, rodeado de guardaespaldas tras saludar a los habitué sacándose el sombrero, se ubica en el Padock. De inmediato se le hace saber que sus caballos no correrían, debido a que el Jockey Club no quería tratos con él. Las autoridades del lugar entendieron que era también ese mecanismo una forma de sacarse de encima a un “fondero semianalfabeto” que quería entrometerse en su coto.

A pesar de las malas noticias, Galiffi decide quedarse acompañado de Ángela Tanitarsi, una joven de singular belleza, muy coqueta, recién llegada de Europa. Es advertido de la presencia, en las cercanías, de dos italianos desconocidos y les hace una seña a sus hombres para que entren los mismos en acción. Los guardaespaldas rodean a los presuntos atacantes, quienes confirman las sospechas de sus víctimas intentando resistirse.

D`Anunzzio pretende usar la 38, pero comienza a sentir su sangre caliente brotar de su carótida: había sido degollado. Otros dos matones se le colocaron a su lado para sostener el cuerpo exánime y lo tapan con un sobretodo mientras le pusieron una chalina al cuello y lo retiraron arrastrándolo como si llevaran a un hombre descompuesto. Dodero, el cómplice del muerto, alcanzó a advertir la maniobra y se quedó tieso de terror.

D`Anunzzio, ensangrentado y sin vida, apareció en el espigón del Club de Pescadores de la Costanera Norte. Sus asesinos, luego de tirar el cadáver se dirigieron a una vivienda de calle Pampa donde Dodero, que había sido capturado por los esbirros de “Chicho Grande” se hallaba atado y amordazado. De ese lugar fue derivado a una carpintería de Córdoba y Príngales y en el lugar cuatro malvivientes comenzaron el interrogatorio. Al clásico “non sacho niente”, los asesinos respondieron con el estrangulamiento con alambre.[1]

Los mafiosos utilizaban seguido el estrangulamiento con el referido método, ya que el agente mecánico comprime el cuello en una forma parecida a la de la ahorcadura, es decir que a la obstrucción de las vías aéreas se le agrega un factor isquemiante cerebral que, sin embargo, nunca llega a la intensidad que se da en un crimen por ahorcadura. [2]

*

En las primeras horas de la madrugada del 28 de junio de 1930, -año en el que aparecen los primeros mecanismos de regulación estatal para diagnosticar situaciones críticas-, bañada por los haces de luz que la luna, el ex procurador Domingo Romano fue asesinado tras descender del coche de plaza número 13, a metros de su domicilio de avenida Pellegrini 1373. Dos mafiosos dieron cuenta de su vida y escaparon en un automóvil al que ascendieron en avenida Pellegrini y Corrientes.

Las investigaciones permitieron establecer que no era ajeno al crimen Luis Vivert, hijo de un millonario del mismo nombre.

Vivert hijo es detenido junto a Salvador Lara, quien finalmente fue dejado libre por falta de pruebas, aunque sí pudo determinar la policía que Romano le había iniciado un juicio al padre- fallecido en Francia- del instigador, según las autoridades.

Aproximadamente un año después, Vivert hijo terminó sus días apuñalado en la espalda en medio de un charco de sangre mientras transitaba por calle Córdoba para dirigirse a su casa de Santa Fe y Laprida.

Debieron transcurrir siete años para que el crimen fuera aclarado con la detención, en 1938, de Ernesto Davit, amigo del millonario quien mandó al frente al criminal, esto es Nuncio Canarozo, quien a su vez derivó la responsabilidad del homicidio a Luis Dainottto, el que a su vez hizo lo propio con Juan Avena. Conocido como “Senza Pavura”, el que se había asociado con Romeo Capuano y Santos Gerardo.

Los dividendos del crimen alcanzaron a 30.000 pesos y a pesar de la importancia de la cifra para esos años, los mafiosos exigieron más y como recibieron una respuesta negativa, Vivert hijo pagó con su vida la decisión de no seguir pagando.

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[1] Los secretos de la mafia. Casos Policiales, año 1, nº 16 y 17 del 27 /11/1986.

[2] Puede decirse que la víctima sufre la obstrucción respiratoria y la estimulación del seno carotideo, con el agregado de la obstrucción permanente del retorno venoso y del aporte arterial en forma más continua que la estrangulación manual, pero menor que el caso de una muerte por ahorcamiento. Investigación de la muerte .Dr. Dardo Echazu. pág. 174.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com