Vecinos de Pichincha denuncian que vivir en el barrio es «una pesadilla»

Gritos, música a alto volumen y vehículos mal estacionados son postales que, aseguran, se repiten cada noche sin ningún control.

El problema no es nuevo para algunas familias que viven en diferentes sectores del barrio de Pichincha, pero el fin de semana del Día del Amigo lo describieron como “una pesadilla” de ruidos, música, bocinazos y vehículos mal estacionados. La historia se repite por varias madrugadas y sin control alguno. “Yo directamente tuve que agarrar a mis dos hijos e irme a dormir a lo de mi mamá”, contó Mariel Blazic, que vive en un primer piso de Suipacha al 100. Mariela Linares, en tanto, quien comparte medianera con el bar Rock & Feller’s (Oroño y Jujuy), ya tiene una decena de denuncias presentadas ante la policía y la Municipalidad, y afirmó que la semana pasada “desde el miércoles a la noche no se pudo dormir”. Los restos de botellas, basura y hasta vómitos en las veredas, son cosa de todos los días.

Las propuestas gastronómicas y nocturnas de Pichincha ya se convirtieron en un clásico. De hecho, el 18 de junio pasado “Mercado Pichincha: gastronomía, arte y diseño” se presentó como uno de los nuevos centros comerciales a cielo abierto de la ciudad, sumándose a los 22 ya existentes, y el lanzamiento se llevó adelante en la Secretaría de Cultura de la Municipalidad (Aristóbulo del Valle 2734).

Bares, restaurantes, boliches, espacios para espectáculos y comercios proliferaron, le dan movimiento al barrio de día y de noche. Incluso ante la cantidad de público que se acerca, desde mayo pasado se habilitó el estacionamiento en ambas manos en las calles más anchas de la zona. Los vecinos no niegan que esa puede ser una ventaja, pero aseguran que la música, los ruidos y el tráfico sin control de los organismos del Estado pueden convertirse en una tortura.

Para Mariel Blazic, “todo se complicó todavía más y es caótico desde que se habilitó el estacionamiento en ambas manos” en mayo pasado, y agregó: “Cuando escucho que las autoridades dicen que controlan y que hacen test de alcoholemia, lo único que puedo pensar es que son unos hipócritas, porque esto es tierra de nadie”.

Tráfico. Mariel vive sobre Suipacha desde febrero de 2012, tiene dos hijos de 10 y 6 años, y uno de ellos con problemas de salud. “Esto es joda, joda y más joda, de día y de noche, acá ya no se puede vivir”, dijo sin medias tintas, y afirmó que “cualquiera que se da una vuelta por el barrio se da cuenta de la cantidad de casas en venta que hay, y sabemos de cantidad de gente que se ha tenido que mudar”.

Para la mujer, el ruido y el tránsito son los principales problemas. “Los autos los estacionan en cualquier lado, no sólo en las dos manos, sino encima de las veredas y adelantes de los garajes. Ni la GUM (Guardia Urbana Municipal) ni Tránsito da una respuesta, llevé cartas y no me las contestaron, incluso una inspectora me contestó que si no podía entrar el auto a mi garaje porque había otro estacionado, que lo rompiera. Es inadmisible”, se quejó y agregó que noches atrás tampoco encontró respuesta cuando la alarma de un vehículo sonó en forma ininterrumpida entre la 1 de la madrugada y las 7.30 de la mañana, y sólo se apagó porque el vehículo se quedó sin batería.

Sin embargo, ese no es el único problema. “La gente que sale borracha de los bares, las botellas tiradas y todos sacados, porque la verdad es que acá venden droga las 24 horas y nadie hace nada, y tampoco los vecinos quieren comprometerse por miedo a lo que pase”, relató. Es más, cuando planteó el problema a sus vecinos para buscar firmas y apoyo, dice que sólo encontró gente “con mucho temor” y agregó: “Todos admiten el problema, pero nadie hace nada y no son pocos los que toman pastillas para poder dormir”.

Denuncias. A sólo siete cuadras, sobre Jujuy a la altura del 2200, la situación es similar, pero la basura y los ruidos son los principales problemas. “Las veredas amanecen llenas de basura y a los árboles los usan de basureros. Aparecen botellas, vasos, residuos y hasta vómitos”, indicó un comerciante de la zona que debe encargarse de la limpieza.

“En el verano se organizan actividades en la calle, te ponen los parlantes en la puerta de tu casa sin pedir permiso, hacen el show y uno no puede dormir”, cuenta Mariela Linares, quien vive en esa cuadra y desde hace tres años no tiene respuesta a los ruidos molestos. Es más, asegura que durante el invierno el problema “se calma”, pero no duda en adelantar que “cuando empiece la primavera, estaremos otra vez con la misma historia de los ruidos en la calle”.

Eso no es todo, la mujer vive en un departamento de pasillo y comparte la medianera de su dormitorio con el bar Rock & Feller’s, y tiene acumuladas una decena de denuncias tanto administrativas como en la policía, y ahora va por la Justicia. “Tengo siete denuncias ante la policía, abrí expedientes en el centro de distrito y llamé a la GUM cantidad de veces, pero nunca encontré respuesta”, se quejó la mujer, que la semana pasada con las celebraciones del Día del Amigo aseguró que “desde el miércoles hasta el domingo no se pudo dormir. Fui a rogar tres veces que bajaran la música, pero no hubo caso”, sentenció.

A eso se suman además las sospechas que no ocultó Linares al contar que “las tres veces que vinieron a medir los decibeles, cada vez que los inspectores ponían un pie en mi casa, ellos bajaban la música. Raro, no?”.

(La Capital)