El rompecabezas de la muerte en Rosario (Parte IX)

VIRASORO, EL PRIMER “AGENTE CONFIDENCIAL”

Agitada, sudorosa, con las venas a punto de explotar por el esfuerzo y mordiendo un pedazo de trapo húmedo para no gritar ante cada contracción, María Mercedes Corrales Casafús, descendiente por línea materna de conquistadores y gobernantes correntinos durante la época colonial –Juan Bautista y Gregorio Casafús, quienes en 1737 y 1738, respectivamente, actuaron como tenientes gobernadores de la ciudad de Vera, hoy Corrientes- en una pieza húmeda e iluminada por la luz tenue de las velas atacadas por las corrientes de aire, dio a luz a Benjamín Virasoro, un 1º de mayo de 1812.

Juan Ascencio, el padre de Benjamín, fumaba ansioso como todo padre primerizo, mientras hacía lo indecible para desviar su pensamiento hacia sus actividades de constructor naval y comerciante en maderas, las que trasladaba en embarcaciones desde Misiones y Corrientes a Buenos Aires mediante el río Paraná.

Una década más tarde –en los inicios de 1824-, Benjamín, para optimizar su educación, es enviado por su padre a la ciudad de Buenos Aires, donde lo esperaba Fernando Dozal, quien se haría cargo del pequeño.

La escuela San Francisco de esa ciudad cobijó al educando para que iniciara sus estudios y en 1928 éste regresó -con 14 años- a su provincia natal, donde se dedicó al comercio y a la ganadería, administrando las estancias de su padre y de terceros, llegando a ganar una fortuna al frente de las estancias del gobernador Pedro Dionisio Cabral.

Su carrera de administrador rural, en nuestro país, finalizó en el establecimiento “El Socorro”, del que era propietario la firma González y Duguid. Los dueños lo habían establecido sobre la laguna Turbida, pero al poco tiempo el predio fue asaltado y arrasado por los indios Pampas, salvándose Benjamín Virasoro, milagrosamente, de caer cautivo.

Con el trabajo de administrador de campos continuó en Uruguay, donde los dueños del desaparecido “El Socorro”, establecieron un nuevo establecimiento: “La Agradecida”, en el que se desempeñó hasta 1836, año en que decidió regresar a la provincia donde nació y en la que obtuvo su primer trabajo en la administración pública como juez de Pedáneo, en el Departamento de Curuzú Cuatiá, donde el gobernador Cabral le confió la administración de su estancia “Aguaceros”, tarea por la que cobraba 3.000 pesos oro anuales, más el derecho de marcar a su favor una cantidad de animales de todas las especies.

Finalmente decidió renunciar a la administración de “Aguaceros” para irse a poblar la estancia “El Rincón de San Gregorio”, perteneciente a su padre.

Como resultante de una convulsión política entre correntinos y entrerrianos, en marzo de 1839, la estancia de los Virasoro, -estando bajo custodia del hermano de Benjamín (Valentín)-, fue saqueada y por ese motivo se vio obligado a huir a Pago Largo, atravesando a nado el río Uruguay.

Llegado a la costa oriental, casi destruido físicamente por el esfuerzo, logró encaramarse a un árbol y escondido entre las ramas y hojas de su copa, con amargura infinita, se limitó a ver como los entrerrianos incendiaban y saqueaban su estancia.

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Arrancado por la fuerza de sus actividades rurales, junto a otros estancieros hartos de las contiendas políticas internas, Benjamín Virasoro es impelido a recalar en la vida militar.

Y de entrada le fue muy bien en su nueva vida, ya que se destacó como soldado, en mayo de 1839, cuando cumplía funciones en el Escuadrón de Coraceros de Paysandú Nº4, comandado por el coronel Juan M. Luna, al que fue destinado por el coronel Ángel María Núñez, ante quien se presentó Virasoro para ofrecer sus servicios.

El cuerpo militar pertenecía al Ejército, con el que el general Rivera se aprestaba a repeler al Estado Oriental la invasión de Echagüe. En el combate de Yi, desencadenado en septiembre de 1839, Virasoro se ganó los galones de alférez, que le fueron otorgados por una orden general del Ejército, expedida en la costa de Arroyo Grande, en la misma República.

Al mes siguiente participó del combate de Chasmiso y, en noviembre, en el de Paso de San Ceferino, por el cual logró el grado de teniente, que le fue comunicado en la costa del río Santa Lucía Chico.

Posteriormente, -en un continum militar- junto a 79 hombres, por orden del general Rivera, pasó a engrosar las filas del Ejército Libertador, que estaba organizando el general Lavalle en el Rincón del Ombú, en Corrientes, para enfrentar bajo las órdenes del general José María Paz[1] a las fuerzas del gobierno porteño comandadas por Juan Manuel de Rosas.

Paz instruía a sus fuerzas en un lugar denominado “Malvinas”, en el Departamento de Esquina, a 14 leguas al noreste de la ciudad de ese nombre.

Virasoro, a todo esto, en la prosecución de su carrera militar, participó de la batalla de Cagancha y luego, al lado de Lavalle, hizo lo propio en la de Ituzaingó, recibiendo el grado de capitán.

El gobernador Ferré, en febrero de 1840, conocedor de la carrera de armas que estaba llevando adelante Virasoro, lo destina al cuidado de las costas del Uruguay, abandonadas a su suerte en esa época, y por donde se infiltraban bandas de delincuentes blancos dispersos tras el combate de Cozancho, los que hostilizaban la provincia de Corrientes.

El grado de capitán fue emitido a Benjamín Virasoro por Ferré y refrendado por su secretario, el doctor Manuel Leiva, documento que perdió este último con su equipaje en la batalla de Arroyo Grande.

Virasoro, con mando de tropa, en agosto de 1840, participó el combate de Estingana, contra el escuadrón comandado por el coronel indio Gaspar Tacuabé, que se hallaba al servicio de Echagüe. En esa oportunidad, Virasoro combatió bajo el mando del comandante Esteche y lo hizo encarnizadamente con un arma blanca hasta que obtuvo el triunfo frente a un enemigo que contaba con el triple de hombres sumamente aguerridos.

Así nació el renombrado Escuadrón Uruguay, cuyos hombres, en su gran mayoría, conocieron la muerte combatiendo a Rosas.

En el mismo mes de agosto, en 1840, Virasoro batió en un enfrentamiento al comandante Cacabí, en Santo Tomé. Éste último, un jefe indio, dirigía a los indios Guarinenses, de Misiones, quienes tras la derrota fugaron hacia Brasil.

Su tesonero accionar le permitió a Virasoro ascender a sargento mayor en septiembre de 1840, por orden general del propio general Paz, en una ceremonia realizada en el cuartel de “Malvinas”. Así se le premiaron sus méritos en el combate de Estingana.

En la misma ceremonia, el escuadrón recibió un estandarte de guerra y la distinción “exclusiva”, de utilizar gorras y boinas blancas. Tras tomar parte de la expedición a través del Chaco, luego de la batalla de Quebracho Herrado, Virasoro fue ascendido a teniente coronel.

La sucesión de combates continuó el 18 de noviembre de 1841, con la batalla de Caá Guazú, donde Virasoro obtuvo el grado de teniente coronel por “méritos en combate”.

Su posición política lo enfrentó al rosismo y se vio obligado a escapar al Uruguay, donde lo acechó la pobreza, siendo rescatado militarmente por Urquiza, razón por la cual debió trasladarse a Entre Ríos, donde acompañó al general Paz en su campaña, permaneciendo en La Bajada hasta la segunda quincena de 1842, cuando el gobernador Ferré decidió regresar a su provincia.

Virasoro se sintió nuevamente en su elemento el 6 de diciembre de 1842, al participar de la batalla de Arroyo Grande. No fue esa una más de las luchas armadas de las que participó, ya que, en el fragor del combate cuerpo a cuerpo, se vio rodeado de grandes masas enemigas y con sumo esfuerzo y valor, logró abrirse paso. A partir de allí se batió en retirada, cubriendo siete leguas, mientras veía con desconsuelo como el resto de los jefes huía. La masacre de sus propias fuerzas se percibe sin atenuantes cuando surgen los números fríos. El escuadrón de Virasoro, que constaba de 265 hombres, quedó reducido a 15, con los que llegó en pésimas condiciones físicas y morales a la costa del arroyo Yuquerí, donde el enemigo hasta le mata el caballo y lo hiere gravemente.

Dos bravos soldados gemelos, apodados los mellizos, que lo acompañaban –José y Manuel Vallejos-, le salvaron la vida ante un enemigo cinco veces superior en número.

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Al poco tiempo de ocurrida la batalla de Arroyo Grande, Pedro Dionisio Cabral fue designado gobernador de Corrientes y convocó a Virasoro, quien partió hacia dicha provincia y luego, cumpliendo órdenes, se dirigió a Entre Ríos, para servir en la División Correntina.

Formó parte de las fuerzas de Entre Ríos, que al mando del general Ernesto Garzón se situaron en la frontera de Corrientes, a la espera expectante de una invasión desde esta última provincia.

Tales fuerzas entrerrianas, compuestas de 450 hombres, se denominaron Ejército de Reserva, del cual fue Virasoro, en marzo de 1844, jefe de Estado Mayor en el cuartel general de Arroyo Grande. Virasoro también participó del combate de Concepción de Entre Ríos, en noviembre de 1844, después de que asistieran al combate del Riachuelo, en la misma provincia, en mayo de 1843.

Esos soldados de reserva, participaron, además, de la lucha generada el 17 de noviembre de 1846 en Paso del Palmar, aunque es necesario apuntar que al iniciarse ese año Virasoro había participado del cuerpo militar con el cual Urquiza invadió Corrientes, oportunidad en la que, en persecución de las fuerzas aliadas obtuvo el triunfo de Laguna Limpia, un caluroso día 4 de febrero de 1846, en el que cayó prisionero del general Juan Madariaga, hermano del gobernador de aquella provincia.

De regreso de esa campaña, que concluyó con la intervención política de la organización del ejército de Paz, Urquiza decidió la disolución del mismo.

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Ante el gobierno de Corrientes, Benjamín Virasoro fue designado “agente confidencial”, donde armonizó ideas con el gobernador Madariaga, las que tuvieron como colofón la firma de los tratados del Alcázar el 15 de agosto de 1846.

Las conferencias celebradas tuvieron como resultantes dos convenios, uno público y el restante secreto. El primero fue confiado por Urquiza al coronel José Miguel Galán y el restante a Virasoro, quien por su actuación “reservada” fue ascendido a coronel, por orden decidida en la costa de Gualeguaychú, en octubre de 1846.

Un año después, tras el rompimiento de relaciones entre Urquiza y los Madariaga, Virasoro es puesto a la cabeza de una columna militar que ocupó la costa del río Uruguay, oportunidad en la que tomó posesión por la fuerza de Paso de los Libres.

Mientras Benjamín Virasoro ejercía como gobernador delegado de Corrientes, su hermano, el coronel Miguel Virasoro convocó a elecciones para el nuevo Congreso, resultando electo Benjamín, que como consecuencia directa fue ascendido a coronel mayor de los Ejércitos de la Patria, entregándosele el despacho en mérito a sus servicios, según decreto del 18 de diciembre de 1847. Tres días más tarde rehusó aceptar el cargo y el 21 de diciembre la legislatura insistió y el elegido no tuvo más remedio que admitirlo, siéndole extendido su ascenso el 7 de enero de 1848, junto con la entrega de una espada de honor, que rechazó.

Benjamín Virasoro participó de la batalla de Vences, protagonizada entre las fuerzas federales del gobernador entrerriano Justo José de Urquiza – 6.000 hombres-y el de la provincia de Corrientes, bajo el mando de su gobernador, coronel mayor Joaquín Madariaga –5.000 efectivos conformados por 4.100 jinetes y 900 infantes-, quienes comandaron una de las batallas más grandes de las guerras civiles argentinas.

La victoria federal implicaría el fin de la de la rebelión de Corrientes contra la autoridad del dictador porteño Juan Manuel de Rosas, quien acusaba al gobierno correntino de pertenecer al partido unitario, aunque los historiadores acuerdan en que Madariaga era más federal que Rosas. En el campo el General Paz, quien representaba en la batalla a Madariaga perdió 700 hombres y otros 2.000 cayeron prisioneros.

Urquiza se tomó su tiempo para decidir su participación en el combate, ya que pretendía convencer a Rosas, pero al no lograrlo, inició el movimiento de las tropas el 4 de noviembre de 1847, desde su campamento de Calá –cerca de la actual ciudad entrerriana de Basabilbaso, invadiendo Corrientes por el sur.

Entre sus filas había 2.000 correntinos enemistados con Madariaga, bajo el mando de los coroneles Nicanor Cáceres y José Antonio y Benjamín Virasoro, que transportaban 7 piezas de artillería.

A las 8 de la mañana del 26 de noviembre, con el sol sobre el horizonte, las fuerzas de Urquiza iniciaron el ataque a través de los esteros que eran considerados por los correntinos por inaccesibles.

La infantería entrerriana, conducida por los tenientes coroneles José Miguel Galán y José María Francia ganó posiciones, a pesar de ser diezmados. El coronel Servando Gómez aprovechó la situación y sorprendió a la defensa del gobernador, apoyado por jinetes y fusileros, logrando su derrota. Urquiza y Gómez lograron ingresar en el potrero, con lo que la ventaja defensiva se diluyó. Desde ese momento, quedó sola la infantería para defender a los Madariaga, apoyada en la artillería.

A las 15 todo había concluido entre humaredas, olor a pólvora, nubes de tierra ensangrentada, cadáveres destrozados por doquier, equinos muertos y agonizantes y un gobernador correntino y sus oficiales escapando del campo de batalla.

Muchos soldados perdidosos terminaron degollados y cuatro coroneles, ya vencidos, fueron fusilados.

El gobernador Madariaga, su hermano y los políticos que conformaban su entorno huyeron al Paraguay, pasando más tarde a Brasil, donde moriría Juan Madariaga.

La legislatura eligió gobernador a Miguel Virasoro, único de los hermanos que no se había cambiado de camiseta para pasarse a Urquiza antes de la batalla y reconoció la victoria del ejército federal.

Virasoro – a él volvemos en nuestro relato- luchó, además, en Caseros, donde actuó como segundo jefe, siendo ascendido por mérito en la lucha a brigadier, el cargo más alto en su época.

De Caseros, el ascendido pasó un informe circunstanciado a Urquiza, fechado en el Cuartel General de Palermo de San Benito, fechado el 6 de febrero de 1852.

Virasoro llegó a tener en armas a un ejército de 7.500 hombres, con el que se impuso a los paraguayos que se establecieron en la Tranquera de Loreto, a fines de 1850, con pretensiones de ampliar su territorio, en los inicios de 1851.

Fue reelegido gobernador de Corrientes al producirse el movimiento de Urquiza contra Rosas y se inclinó por el primero, quien lo designó mayor general del Ejército Aliado.[2]

Participó del cruce del Paraná, un 24 de diciembre de 1851, frente a Diamante y en el avance por el territorio de la Provincia de Buenos Aires, formando parte de la vanguardia, sosteniendo el 24 de enero de 1852 un tiroteo de proporciones más que importante con fuerzas de Hilario Lagos.

La vida política correntina lo colocó desde su cargo de gobernador como un protagonista esencial, en su carácter de director provisorio de la Confederación Argentina, al firmar el Tratado de San Nicolás el 31 de mayo de 1852.

A pesar de lo antes señalado, esa campaña le fue adversa en lo político a Virasoro, pues investía las funciones de plenipotenciario ante el gobierno de Buenos Aires, cuando el 3 de julio de 1852, el Congreso, cediendo a la presión popular, dictó una ley deponiéndolo del cargo de gobernador correntino y retirándole la investidura diplomática, tras lo cual se designaba gobernador propietario a Luis Molina.

En virtud de lo expuesto, Virasoro se vio obligado a firmar el protocolo de Palermo por el cual se designaba al general Urquiza encargado provisorio de las Relaciones Exteriores.

Al producirse el movimiento revolucionario del 11 de septiembre de 1852, fue arrestado junto al general Urdinarraín.

Volvió al conocimiento público, al participar de las elecciones presidenciales del 30 de noviembre de 1853, donde solamente 9 electores lo votaron: obtuvo un voto para presidente y ocho para vicepresidente.

Su desilusión por la falta de respuesta a su postulación política, quizás, provoca su decisión de retirarse de la carrera militar para radicarse en Rosario, dónde formó su hogar, casándose con Leonor Machado, relación marital de la que nacieron Marcedes de Vila, Leonor de Fary y Banjamina de Gattte Meyer.

[1] Paz era un general artillero, un culto matemático de la guerra, de ideas europeístas y obviamente unitario. Escribió sus “Memorias Póstumas”. Fue boleado por un gaucho federal en el paraje El Tío. En sus Memorias Póstumas hizo comentarios sobre los “poderes sobrenaturales” de Quiroga. Decía que sus soldados les temían a los de Quiroga porque, decían, “se transformaban en capiangos ( tigres)” en combate.

[2] Academia nacional de la Historia. Partes de batalla de las guerras civiles. Bs. As. 1977.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com